La versión sudada del ciclismo
Entre el triunfo rácano de Olano, la pasada temporada en este mismo escenario y la confirmación sudada de Etxebarria ayer el ciclismo ha recuperado su nombre. Eso sí, rebautizado por modestos. En su rebelión, los que viven de espaldas a los grandes titulares proporcionaron ayer otra jornada de muecas y desparpajo, alternativa deseada al ciclismo control practicado aquí hace un año. Arrate ofreció, en resumido y concentrado, todas las bofetadas que el perfil de la última etapa prometía. El movimiento, variado, sólo afectó a los desheredados de la general. Los concernidos por el premio gordo no se dirigieron la palabra hasta la última ascensión para no perder fuelle en un diálogo con el líder que ya se adivinaba improductivo. Arrate señaló todas las limitaciones de Osa y Alberto Martínez, sin chispa, pero valientes en su estrenado papel de notables. En las rampas de la última dificultad de la ronda, abordadas mansamente por Olano (trabajaba para Etxebarria), no hubo pudor para someterse al sufrimiento. Laiseka declaró inaugurado a seis kilómetros de la línea el simposio masoquista. Y predicó con el ejemplo. Arrancó, le cogieron. Repitió, le agarraron y le soltaron como un peso muerto. Cedió tres metros. Volvió al lado de Meier, Beltrán y Escartín y ahí se mantuvo, cabeceando, empeñado en concederse un segundo de notoriedad. Sus tres compañeros se sacudían con violencia, se lanzaban ataques y relevos a la yugular. Pero aguantaban estoicos las puñaladas. David Etxeberria, inteligente, pedaleaba a lo suyo. Es decir, acechaba un jadeo exagerado de Alberto Martínez, el único que podía inquietarle. El guipuzcoano de Euskaltel disimulaba escondido en un pedaleo eficaz, redondo, propio de los que se aferran al músculo cuando lo apropiado es la ligereza. Osa tuvo que prescindir de actuaciones para la galería. El escalador de Banesto alcanzó la última etapa al borde del colapso (ésta era su reaparición tras un mes de baja por lesión), pero no se entregó. No estaba para más. Tampoco Etxebarria, que soltó a Alberto Martínez y no pudo evitar su regreso. Los dos actores principales de la Bicicleta Vasca cruzaron, como correspondía, la raya hombro con hombro. A última hora, Totschnig y Beloki se apuntaron a la guerra de nervios por la victoria. El final, al fondo de un descenso retorcido, resultó embarullado, como una discusión de mudos. Todos escaladores, todos con el instinto rematador embotado. Por turnos, rozaron la caída, cegados por el premio o impedidos por codazos que volaban en todas las direcciones. Euskaltel, con Beloki y Laiseka, no pudo gestionar con provecho su ventaja. No había espacio, curva va, curva viene, a 60 kilómetros por hora, para pensar. Así que Escartín, escurridizo y valiente, metió la cabeza entre el talud y el grupo. Cogió tres metros y ya no le volvieron a ver. Segunda etapa para el hombre-Tour más en forma de la carrera. Primera gran victoria para David Etxebarria. Enésima decepción para el equipo Euskaltel, al que no le cabe más trabajo que conservar la paciencia.
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