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Apatía europea ante las urnas

Pese al creciente peso de Europarlamento y de los candidatos, las elecciones no movilizan a los ciudadanos de los Quince

"Ninguna fuerza política italiana ha presentado un programa para Europa: no sabemos nada". La queja, formulada el miércoles por el cardenal Ersilio Tonini, ilustra el desinterés por Europa de la clase política italiana, la más europeísta del Viejo Continente a juzgar por sus declaraciones. No es la única. Ni políticos ni opinión pública se entusiasman por la construcción europea ni siquiera cuando deben acudir a las urnas para elegir a sus diputados al Parlamento de Estrasburgo. El Tratado de Amsterdam, que acaba de entrar en vigor, ha otorgado mayores poderes al Parlamento Europeo, una institución que estos últimos meses ha incrementado también su peso al fiscalizar a la Comisión Europea. La UE tiene, además, por delante una nueva reforma institucional para prepararse a acoger a los países del Este. Europa vive, por último, una guerra en los Balcanes, pero, al carecer de una defensa común, su dependencia militar y política de EE UU ha quedado puesta de manifiesto.Todos estos temas están, sin embargo, en general ausentes de la campaña electoral de las elecciones a la Eurocámara, a las que han sido convocados, entre el 10 y el 13 de junio, 297 millones de electores en los 15 Estados miembros. Muchos ni siquiera depositarán su voto. El abstencionismo bate récords cuando se trata de elegir a los eurodiputados. En el Reino Unido ha sido del 66% desde 1979; en Holanda, del 52%; en España, del 39,1%, un 12,8% superior a la media de las elecciones legislativas. Además, un 51% de los españoles no habían oído hablar, a finales de 1998, del Parlamento Europeo, según un sondeo del instituto Louis Harris.

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Relación de fuerza

La crisis de Kosovo "ha sido reveladora de la brutal relación de fuerza que prevalece" entre la UE y EE UU, observaba con amargua el ministro francés de Exteriores, Hubert Védrine, antes de anunciar ayer una iniciativa franco-alemana para impulsar la defensa común. "Este último tratado otorga al Parlamento Europeo nuevas competencias y una influencia fortalecida que tienen que saber aprovechar con sus votos", declaró el primer ministro danés, Poul Nyrup Rasmussen, alentando a los electores a movilizarse. Es poco probable que sea escuchado.

Allí donde los comicios europeos coinciden con elecciones locales o generales (España, Bélgica, Italia), estas últimas tienden a eclipsarlos, aunque arrastran también a más votantes hasta las urnas. Allí donde no se celebran simultáneamente se convierten con frecuencia en un ensayo general de las próximas legislativas. Es el caso, sobre todo, de Holanda, donde las divisiones de su mayoría parlamentaria han hecho caer al Gobierno.

A veces, sin embargo, la campaña electoral se centra en Europa, pero casi exclusivamente en los asuntos que interesan al país en cuestión. En los Estados comunitarios que, voluntariamente, no han ingresado en la zona euro, la moneda única absorbe gran parte del debate. Es en el Reino Unido donde esta discusión es la más intensa con la presentación de una lista de disidentes conservadores proeuropeos, encabezada por Brendan Donnelly, y de otros antieuropeos reagrupados en el Partido de la Independencia del Reino Unido. Ambos roerán votos a los conservadores, y si éstos caen por debajo del 30%, la permanencia de su líder, William Hague, al frente del partido peligrará.

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La apatía del debate electoral no está reñida con la presentación a las europeas de candidatos de peso, que no siempre frecuentarán con asiduidad el hemiciclo de Estrasburgo si resultan elegidos, o con otros llamativos que, en otras circunstancias, los partidos no correrían el riesgo de colocar en sus listas.

Buena parte de la clase dirigente política italiana se ha echado al ruedo de las europeas, en Portugal es el ex presidente socialista, Mario Soares, quien encabeza la candidatura socialista y en Irlanda del Norte, John Hume, premio Nobel de la Paz, dirige la lista socialdemócrata.

Pesos pesados

Es, sin embargo, en Francia donde probablemente se codean en las listas el mayor número de pesos pesados, empezando por el primer secretario del Partido Socialista, François Hollande; el presidente en funciones de los neogaullistas, Nicolas Sarkozy; el histórico líder de la revuelta de mayo de 1968, Daniel Cohn-Bendit, que capitanea la candidatura de los Verdes, y el secretario nacional del Partido Comunista, Robert Hue.

Es también en el país vecino donde más abundan los aspirantes a eurodiputados originales o atípicos. El que más polémica ha suscitado ha sido el nieto del general Charles de Gaulle, que se llama como su abuelo, y que el ultraderechista Jean-Marie Le Pen ha colocado de número dos, justo detrás de él, en la lista del Frente Nacional. Su apellido "no le pertenece para utilizarlo para defender ideas y gentes que (...) fueron los enemigos de lo que el general representó", afirman 57 familiares de De Gaulle en una carta publicada en Le Monde. A las elecciones en Francia concurre, además, con la etiqueta centrista un general, Philippe Morillon, que mandó los cascos azules en Bosnia.

Más llamativa es la presencia en la lista de los comunistas alemanes de Hans Modrow, ex primer ministro de la RDA. Si su partido, el PDS, supera el 5% de los sufragios -se quedó ligeramente por debajo hace cinco años- ocupará un escaño en la Eurocámara.

En Irlanda, una cantante, Rosemary Scallon Browne, ganadora de la Eurovisión en 1970, pugna por la circunscripción de Connacht Ulster, con un cura, el padre Liam Sharkey, quien asegura ser el único sacerdote que en la historia de un país tan católico se ha presentado a unos comicios.

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