La filosofía
Mientras en los planes de enseñanza la filosofía recula, en los quioscos, en las librerías y hasta en las secciones de autoayuda, la filosofía florece. Esa materia gaseosa que se tuvo como una forestación mental de los griegos lúcidos, los alemanes corpulentos y los franceses amanerados regresa, entre el ecologismo y las pararreligiones, para restaurar el interés por las eternas cuestiones. Las preguntas de la vida se titula el último best seller de Fernando Savater donde se empieza por hablar de la muerte y se cruza sin respiro por los estremecimientos de la belleza. Para vivir una aventura moral nada parecido al parque temático de la filosofía o el thriller que proporciona la revisión de su escultural repertorio. ¿El ser? ¿Qué es aquello del ser sin la actual consideración del otro? ¿El progreso? ¿Puede todavía creerse que cada tiempo supera a su pretérito y todo futuro perfeccionará la actualidad? La idea del progreso desprende una tufarada arcaica mientras la noción del mal adquiere hoy una notoriedad máxima. No sólo ha crecido en magnitud y multiplicado sus signos: el mal aparece en el círculo capital de la escena, en los genocidios despiadados, en los horrores de las escuelas norteamericanas, en las basuras humanas de las grandes ciudades, en los derrumbaderos de la emigración y los millones de refugiados, en la corrupción política y económica constante, en las asesinas desigualdades, en las mafias o en los terrorismos de todo signo. ¿La razón? El sentido de la razón se ha trasfundido y rebozado con las intuiciones, las emociones, las razas y el azar. Ni siquiera hay verdades de construcción permanentes en la ciencia y lo que Bachelard llamaba "conocimiento aproximado" tampoco aproxima en nada a la salvación. ¿Dios? ¿La naturaleza? ¿La responsabilidad? ¿La nada? Otra vez la filosofía desfila ante las dudas de la Humanidad.
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