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En la parrilla de salida JOAN B. CULLA I CLARÀ

A las cero horas de hoy ha comenzado la campaña electoral previa a las sextas elecciones municipales democráticas desde el fin de la dictadura franquista. Se trata de un reconfortante rasgo de normalidad institucional, pero a la vez de un hecho insólito en los anales de nuestra vida política local: ahí es nada, en estas latitudes, haber conocido dos décadas ininterrumpidas de alcaldes por elección popular, de gestión consistorial sometida al escrutinio de la opinión pública y al veredicto de los votos, sin sobresaltos peores que algunos episodios de transfuguismo y unas cuantas mociones de censura. Ni en Cataluña ni en España eso, que puede parecer tan rutinario y tan anodino a las generaciones más jóvenes, había sucedido nunca antes. Cómo va a ser la recién estrenada campaña y cuáles serán sus resultados es a todas luces prematuro aventurarlo. Sí se pueden hacer, en cambio, algunas observaciones acerca del aspecto que ofrece, a día de hoy, la parrilla de salida. Observaciones inspiradas sobre todo por la edificante lectura de los boletines oficiales de la provincia que, en estas últimas semanas, han publicado en apretada tipografía de anuario telefónico los miles de candidaturas, las decenas de miles de nombres voluntariamente sometidos al veredicto del 13 de junio. En un contexto global en que el número de listas parece haber crecido poco -en la ciudad de Barcelona, las 14 de 1995 son ahora 15-, la primera novedad con respecto a cuatro años atrás es que la nómina de opciones establecidas, con representación institucional, líderes notorios y el consiguiente marchamo de verosimilitud para sus aspiraciones, ha crecido de cinco a siete. Eso significa que, en casi todas las poblaciones de cierta importancia, el Partit per la Independència y Esquerra Unida i Alternativa compiten también por una porción de la tarta consistorial, disputando electores a Esquerra Republicana y a Iniciativa-Verds, principalmente, pero con eventuales consecuencias sobre la distribución general de escaños y, por tanto, sobre la aritmética de las mayorías posibles. Por ello, porque la cantidad de candidaturas verosímiles ha aumentado, los próximos comicios contienen quizá un grado mayor de incertidumbre. Por otra parte, podría decirse que el viejo proceso iniciado en 1979, según el cual el sistema de partidos barcelonés iba extendiéndose como mancha de aceite por el territorio, amoldando los microcosmos políticos comarcales y locales al modelo central y arrinconando singularidades o rarezas, ese proceso homogeneizador registra avances muy notables. Por supuesto, sigue habiendo cientos de listas sin partido, muchas se han adherido a la Federació d"Independents de Catalunya y hasta hay municipios donde rivaliza un Grup Independent con otro de Autèntics Independents. Sin embargo, me parecen mucho más significativos otros fenómenos: el esfuerzo de Convergència i Unió (CiU) y del Partido Popular por desplegar sus candidaturas respectivas más allá de toda presencia militante; y el modo en que los grupos de izquierda han alargado sus denominaciones, sus marcas electorales, al objeto de englobar listas afines que hasta ahora figuraban como independientes, y poderlas computar con vistas al reparto de diputados provinciales y consejeros comarcales. Así, Esquerra Republicana se llama ERC-Acord Municipal, e Iniciativa es IC-V-Entesa pel Progrés Municipal de Catalunya, y los socialistas en las comarcas de Barcelona son PSC-Progrés Municipal de Catalunya y además, en ciertos casos, Calella pel Canvi, o Gualba es Desperta, o Izquierda por Martorelles, o Unió Independent de Vallgorguina. Sin ser un hecho nuevo, también llama poderosamente la atención la multiplicidad de etiquetas y la variedad de combinaciones políticas que invocan y se disputan el hipotético voto ecologista. Mientras que Iniciativa, a pesar de haber roto con todos los grupos verdes homologados, considera la palabra Verds incorporada a su nombre y a su patrimonio, ERC ha formalizado en Barcelona una coalición con Els Verds, que en otras poblaciones cercanas han pactado con EUiA. Además, concurren en la capital catalana con listas propias Els Verds-Grup Verd y el irreductible Partit Ecologista de Catalunya... A años luz de Alemania e incluso de Francia, el ecologismo parece aquí una brizna de perejil apta para adornar casi cualquier plato. Finalmente, y además de los ya consuetudinarios divorcios locales entre convergentes y democristianos, con atribución a unos de las siglas CiU y recurso de los otros a denominaciones parónimas (Entesa de Convergència per Arenys, Unió de Canetencs...), resulta más novedoso el surgimiento de candidaturas disidentes del PSC, que se reclaman de una autenticidad socialista poco precisada y usan etiquetas diversas: Plataforma per una Catalunya Solidària, Socialistes Independents, Partido de Izquierda y Progresista, Coalició Socialista de Progrés, etcétera. Su epicentro es, naturalmente, Badalona, pero sólo el próximo día 13 sabremos si se trata de un fenómeno significativo o si, por el contrario, cabe incluirlo en el ya nutrido contingente de opciones testimoniales, extravagancias y pintoresquismos que los próximos comicios acarrean.

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