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Música

El lunes vino al teatro de la Maestranza el Cuarteto Alban Berg, que dicen que es el mejor de Europa. La finura del sonido te obligaba a cortar la respiración para poder oír exactamente lo que se debía oír, con una precisión de máquina perfecta y capaz de interpretar el alma del arte. El público aplaudió calurosamente las dos obras de Dvorak y con menos entusiasmo la de Roman Haubenstock-Ramati, no sólo porque casi nadie sabía de su existencia, sino, sobre todo, porque la música de clásicos contemporáneos nos suele dejar perplejos. Hace unos días, en una charla sobre programación musical en el teatro Central, el famoso y controvertido Gerard Montier, buscando razones por las que, entre todas las artes, la música es la única a la que no permitimos salir de sus tiempos antiguos, hablaba de la educación, de los conservatorios y de la burguesía intelectual del XIX frente a la de ahora, rica y que, según él, va a los conciertos porque es "chic" y caro. Por no saber, no sabemos ni "cómo sonamos nosotros" en la actualidad. "O la música es nuestro significado sonoro o no es nada". Yo desde luego que no tengo ni idea de cómo sueno; recuerdo que esta mañana iba tarareando a Machín por la calle. Pero tampoco es eso todo, pues, según nos dijo Gerard Montier, no debemos buscar una diferencia entre música culta o clásica, étnica, rock, pop, jazz o flamenco, sino entre buena y mala. Casi nada. Propone una programación basada en una idea: la noche, por ejemplo, y mezclar buenas músicas de todas clases, con varias orquestas, y el público sentado en plataformas móviles que se desplazan alrededor del escenario para disfrutar más y mejor los variados lenguajes musicales hablándonos sobre la noche. Se trata de una propuesta para fortalecer y darle un nuevo sentido a la música, para despertar nuestra sensibilidad y nuestros sonidos, para que nos llegue al alma. El tema me parece de lo más atractivo, por eso lo escribo. No le falta conocimiento ni imaginación, mejor intención imposible, pero así, a primera vista, tiene muchas dificultades. Para empezar, si aún estamos luchando por recuperar las humanidades, ¿a quién le puede interesar el presente o el futuro de la música?BEGOÑA MEDINA

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