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Beckham, el chico de oro

Superadas las críticas del Mundial, el inglés es la mejor referencia del fútbol británico

Hace un año se convirtió en el pimpampum del fútbol inglés, un jugador odiado tras su expulsión en el partido Inglaterra-Argentina del Mundial de Francia. Beckham cayó víctima de su ignorancia en reyertas y quedó como un pardillo ante Simeone. Inglaterra perdió el encuentro, quedó eliminada del Mundial y, a los ojos de la opinión pública, no hubo otro culpable que David Beckham. Además de los motivos habituales para detestar al Manchester, un equipo poco querido por los aficionados ingleses, se añadió la presencia en sus filas de un jugador que había deshonrado a la selección. Beckham, 24 años, se convirtió en el principal objetivo de todas las hinchadas de la Premier League. Antes de la temporada se llegó a sospechar de su capacidad para vacunarse contra un clima tan hostil. Un año después, Beckham es la mejor referencia del fútbol inglés. Por clase, por carácter, por compromiso con su profesión. Al interior derecha del Manchester le distingue su capacidad para distinguir la profesión de sus consecuencias. Su profesión es el fútbol. La consecuencia es la fama. Para bien o para mal. Millonario, enloquecido por los coches caros y rápidos, adicto a las tiendas de moda -"ir de compras", contestó una vez que le preguntaron por su punto fuerte-, Beckham vive con Victoria Adams, la popular Posh de las Spice Girls. La pareja preserva su relación bajo el escrutinio desaforado de la prensa sensacionalista inglesa. Recientemente, ha sido padre de un niño, Brooklyn. En estas condiciones, Beckham está obligado a manejar la doble fama que le procura su condición de estrella del fútbol y gancho de la prensa del corazón. Y por lo que parece, esta dificultad no le distrae como jugador. Ni las consecuencias de su expulsión en el Mundial. La carrera de Beckham en Old Trafford ha corrido paralela a la de una generación espléndida. Beckham figura a la cabeza de esta generación. Si los Neville son pundonorosos defensas, si Butt juega con más corazón que glamour, si Scholes aprovecha su indiscutible instinto en la media punta, Beckham es la clase, el jugador que provoca la admiración por la pureza de su toque y su formidable precisión en los centros y tiros libres. Pero esa parte figura en su naturaleza. Nació con ese don. Lo otro, el carácter, siempre resulta más difícil de forjar. Beckham lo ha conseguido. Ni la fama, ni las críticas feroces, han podido con él. Más bien ha sucedido lo contrario: ahora parece más firme que nunca. Parece, en definitiva, el futbolista convencido de disputar un puesto a Duncan Edwards, George Best y Bobby Charlton en el panteón sagrado del Manchester United.

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