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Tribuna
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Se van a enterar

La inminencia de las campañas electorales avivan en estos días la petición decuentas y el interés por los programas de las candidaturas que contienden sobre el terreno. Pero, como el trato cercano en ocasiones diluye o suaviza las hostilidades, es preciso recurrir a organizaciones de mayor escala capaces de inocular las dosis suficientes de antagonismo. En esta tarea se han revelado muy eficientes los partidos políticos que promueven candidatos o se ofrecen a los que surgen, los abanderan, los encuadran, los adiestran en las artes políticas más necesarias y los instruyen con guías de campaña apropiadas a la estación.

Debemos a la agencia Europa Press algunos detalles de la preparada por el PP para el zurrón de los suyos. Son suficientes para confirmar el gusto de Génova, 13, por el trazo de brocha gorda y el chafarrinón. Las páginas de referencia ofrecen una primorosa combinación de ofensas a la inteligencia de los electores y otras exhibiciones de rencores, simplezas y autosatisfacciones degradantes, además de muy logrados destellos del mejor ridículo, reservados para exaltar el protagonismo internacional de Aznar y la incontenible admiración que Europa tributa a la fórmula mágica del éxito del PP español. Parecería que, 400 años después, los tercios del presidente Aznar volvieran a ser el asombro de tantos y tantos. Pero sabido es que la cercanía de las urnas desata tal emulación entre las candidaturas competidoras que, antes de cualquier pronunciamiento injusto en favor del texto de la guía del PP, conviene aguardar a las guías de campaña del PSOE y de IU, o de CiU y del PNV, por si fueran superiores.

En las campañas electorales se manifiesta con toda nitidez la insaciabilidad de los políticos respecto a los medios de comunicación. Así que todo elogio que se les tribute, por desmesurado que sea, les parece escaso y cualquier crítica que les afecte, aun en el formato de mayor levedad, les resulta insoportable. A su vez, los medios adictos se saben observados y procuran comportarse adelantándose a ofrecer actos de sumisión y deferencia. El caso de la entrevista con el presidente Aznar, cancelada de modo súbito en Moscú por el presidente Yeltsin, proporciona un buen ejemplo de cómo las explicaciones ofrecidas por el séquito funcionarial y periodístico sólo han servido para acumular nuevas torpezas y alargar la procesión del ridículo.

Así, en una interpretación muy particular del principio de que "a grandes males, grandes remedios", la agencia Efe, considerando muy grande el mal que pudiera derivarse de la cancelación del encuentro Yeltsin-Aznar, decidió pisar con garbo y aventar cualquier sospecha de desaire. Para ello difundió -firmada por cinco periodistas: dsp, rf, mb, mv y jff- una primera noticia, al parecer media hora después de que un portavoz del Kremlin informara de la repentina cancelación, que se limitaba a señalar que, según el portavoz citado, en la agenda del día no estaba incluida esta reunión, y añadía que, según fuentes españolas, la entrevista suspendida sería sustituida por una conversación telefónica entre ambos presidentes. En Madrid eran las nueve de la mañana y en Moscú las once. Pero 90 minutos más tarde, el equipo médico habitual de la agencia Efe, imbuida del síndrome de éstos del Kremlin se van a enterar, ofrecía una reacción contundente en forma de segunda noticia firmada esta vez por tres periodistas -mb, mv y jff-.

Dicha versión se titulaba Presidente ruso tiene "problemas de riego en el cerebro". El diagnóstico se acompañaba de una indicación angustiosa -que estaba "bajo medicación permanente"-, de una referencia inminente -que era "imposible predecir cuándo puede sufrir un ataque cerebral"- y de una apariencia de artificialidad al decir que el presidente "se mantenía con vida gracias a los médicos". Luego, el ministro portavoz, Josep Piqué, rehuyó el término "cancelación" y buscó el eufemismo de "cambio de formato" y, por último, el titular de Exteriores, Abel Matutes, encontró a Javier Solana culpable de lo ocurrido en Moscú, igual que Felipe González fue el causante de la guerra de Kosovo. La campaña electoral promete acabar con las ambigüedades. ¡Ya era hora!

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