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13 de junio: una cita para las izquierdas

En el País Valenciano la mayor parte de los partidos políticos de izquierda han protagonizado últimamente una serie de conflictos internos que puede haber dejado desanimado a más de un elector progresista. Un desánimo que puede derivar fácilmente en inhibición política y finalmente en abstención electoral: una actitud comprensible, ahora y aquí, pero escasamente recomendable, al menos desde la opinión de los firmantes de este artículo. Para empezar, el olvido de los intereses generales a manos de los intereses más particulares no es privativo de los partidos políticos: la vida colectiva en general está tomada por este mal endémico, y la democracia política, con la participación ciudadana que eso supone, es justamente la forma de gobierno concebida, entre otras cosas, para limitar al máximo los estragos sociales de ese mal. Es cierto que para estar mínimamente de acuerdo con aquello que sostienen públicamente, los partidos políticos de izquierda vienen obligados a dar un mínimo ejemplo en el asunto que nos ocupa, pero, dicho esto, no es justo, ni clarividente, ni movilizador, olvidarnos del contexto y cargar en exclusiva contra esos partidos cuando, con demasiada frecuencia (¿y cómo podría ser de otra manera?), no están a la altura de aquello que exige la recta gestión de los asuntos públicos. Al final, en política, una actitud purista, pretendidamente ética, puede propiciar todo lo contrario de lo que se denuncia y se quería evitar: el secuestro de los intereses generales por parte de minorías activas. Al amparo del abstencionismo cívico y electoral y de la opacidad social que así se propicia, aquel secuestro puede prosperar mejor que en el clima advertido de las limitaciones de la representación política. Escaso servicio se hace a la causa de la libertad y la solidaridad si, después de la denuncia de las insuficiencias de los partidos de izquierda y progresistas, el denunciante se retira al territorio de la abstención electoral. Por sí sola, la actitud ofendida que pueda adoptar, por más digna que sea, no será socialmente de gran ayuda. ¿Porque, es posible, realmente, que entre todos los partidos políticos de izquierda y progresistas valencianos no haya ni uno solo digno de merecer el voto el próximo 13 de junio?, ¿de merecer el mínimo de confianza crítica que ese voto presupone? Bien al contrario, nosotros creemos que todos ellos son dignos en este momento de recoger ese voto, de acuerdo con la opción concreta de cada votante. Lo creemos desde el momento en que sabemos que en política el electorado no escoge entre opciones excelentes sino entre aquellas que la realidad, siempre tan prosaica, pone a su alcance en cada cita electoral. Es concebible que en una cita electoral un elector determinado no pueda votar razonablemente ninguna de las opciones que en ella concurren, pero es difícil de creer que eso pueda ser justificadamente la tónica general. No podemos obviar la anécdota de los padres bienintencionados que remarcaban cómo todos los niños de la fila llevaban el paso cambiado menos el suyo. Por otra parte, la práctica del gobierno del PP en el País Valenciano contiene, en particular, una serie de elementos regresivos, mezcla de autoritarismo, coacción, intolerancia, corrupción, patrimonialización del poder, amiguismo, clientelismo, criminalización del adversario político, manipulación mediática y marginación institucional de los medios no afines a su política, que amenazan, o al menos perturban, la calidad de nuestra democracia. Cuatro años más de este estilo de gobierno son una perspectiva política alarmante, más alarmante todavía si, a caballo de un abstencionismo electoral de carácter progresista, el PP consiguiera la mayoría absoluta en las Cortes Valencianas. En este último supuesto, que no debería de darse, la extensión y la profundidad de la red clientelar y mediática que llegaría a disfrutar el PP sería de tal envergadura que podría comprometer la capacidad de respuesta política de la sociedad por un tiempo demasiado largo. Una circunstancia más que añadir a las razones generales a favor de la participación progresista y de izquierdas en la contienda electoral del próximo 13 de junio. Pero, ¿qué podrían pedir los partidos políticos de izquierda y progresistas a aquellos de sus votantes hoy renuentes a participar electoralmente y a la vez tan insistentemente convocados por los firmantes de este artículo a votarles? ¿Qué les podríamos pedir miles y miles de ciudadanos progresistas y de izquierdas que de ninguna manera nos resignamos a lo que hay y que querríamos transitar ampliamente por el camino de la libertad y la solidaridad? No creemos equivocarnos si afirmamos que muchos de ellos querrían, igual que nosotros, que al día siguiente del 13 de junio, allá donde haya salido de las urnas una mayoría progresista y de izquierdas, la constitución de un gobierno de este signo viniera a rubricar en la práctica la voluntad popular de cambio expresada. Que no se vuelva a regalar a la derecha lo que no ha obtenido en las urnas. Entendemos que un criterio estratégico de izquierdas, un criterio estratégico de progreso, exige que se sea capaz de negociar acuerdos políticos que hagan posible los gobiernos de ese perfil ideológico a cualquier nivel. Hay que decir que, si todo eso ha de ser posible después del 13 de junio, haría falta que desde ahora la crítica necesaria de los partidos de izquierda y progresistas no sea la misma entre sí que la que habría que hacer a la derecha, esa derecha representada por el PP y su socio UV. La ciudadanía ha de recibir el mensaje de que no es lo mismo la izquierda que la derecha, por más diversa que la izquierda pueda ser y haya de serlo. Una diversidad que no es sólo necesaria por real, sino que, bien articulada, esa diversidad es incluso convincente. Finalmente, no se puede ir demasiado lejos, colectivamente hablando, con el solo mensaje defensivo de denunciar al adversario político por más justificada que pueda estar esa denuncia. Únicamente la ilusión por construir un nuevo País Valencià puede hacer confluir toda la energía progresista y de izquierdas que hace falta para alcanzar un cambio necesario de orientación electoral, la ilusión por construir un nuevo País Valenciano vertebrado, culto, adicto a su personalidad diferenciada y a su lengua propia maltratada por la derecha, y por construir una sociedad valenciana más libre y solidaria.

Firman también este artículo Alfons Cervera, Ferran Torrent y Emili Marín.

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