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Un negocio en un cruce de caminos

Un muchacho de telepizza sorprende al pasar en un ciclomotor con su casco colorao. Va por la Plaza de San Sebastián, raudo y veloz como si fuera a correr la vega un Jueves o un Viernes Santo. Lo extraño no es que haya telepizza en Antequera, ni que el piloto vaya deprisa. Lo insólito es que lleve el casco puesto. En el municipio hay 6.400 motillos de diversas clases, una por cada seis habitantes. Y el 90% de los conductores no lleva casco. Manuel Palomino, líder local del PP, cree que él lo arreglaría con disciplina y más guardias, ignorante quizá de que su colega Celia Villalobos no ha conseguido meter en cintura a golpe de multa a los jovencitos malagueños, que aún prefieren el riesgo de accidente. En todo caso, esta Antequera motorizada recuerda que una de las ciudades más antiguas de Europa se ha sumado con entusiasmo a las modernidades. Los jóvenes tienen su movida, amable y ruidosa, distribuida por horarios y edades. Empieza en una glorieta detrás de la plaza de toros y acaba en el centro. La ciudad vive con desenfado una buena época. Aumenta el empleo y, con modestia, crece la población. Un caso nada habitual en el interior de la provincia de Málaga, que pierde habitantes en favor de la costa. El negocio de Antequera es su situación en el cruce de los caminos que llevan de Málaga a Córdoba y desde Sevilla hasta Granada. Estos son los ejes sobre los que ha construido su desarrollo. La expansión industrial se ha producido en dirección a Granada; el crecimiento residencial, hacia Sevilla; las 2.000 explotaciones agrarias, que ocupan 66.000 hectáreas, están sobre todo camino de Córdoba, y al sur se encuentra la zona de protección ecológica: los pinares, el nacimiento del río de la Villa y el Torcal, un paisaje de piedra encantada, con gran diversidad de animales y plantas, entre ellas 20 especies de orquídeas de todos los colores. El alcalde, Jesús Romero (PSOE), dice que "hay que visitarlo, como se visita el Museo del Prado". Y 100.000 personas lo hacen todos los años. Cada capítulo tiene su joya de la corona. En el apartado industrial se ha puesto en marcha un nuevo parque empresarial cuyo buque insignia es Mercadona. Es obra de una empresa valenciana de alimentación, fusionada con Multimás, la cadena de supermercados de uno de los grandes personajes antequeranos de esta generación, Rafael Gómez Serrano. Será una inversión de 3.500 millones de pesetas, que creará 800 empleos en un centro de distribución regional. Por la misma razón, La Opinión de Málaga, un nuevo diario que sale mañana, ha puesto su planta de impresión aquí, pensando en imprimir publicaciones para toda Andalucía. En lo agrario la ciudad ejerce de capital, con una de las empresas de aceite de oliva más importantes del mundo: Hojiblanca, con 11.000 socios de 25 cooperativas cordobesas y malagueñas, de 18 pueblos distintos. La dirige Antonio Luque, que presidió la mesa del aceite durante la reforma del sistema de ayudas al olivar en la Unión Europea. Hojiblanca facturó 14.500 millones de pesetas en 1998 y repartió entre sus socios 7.000 millones de fondos europeos. Produjo 54.000 toneladas de aceite, de las que exportó 15.000 a Italia, Portugal, Francia y Japón. Antequera es también un centro de servicios y, cada vez más, una ciudad turística. El alcalde Romero está encantado de recibir turistas procedentes de la Costa del Sol. "Es curioso que hayamos tenido que ir cinco años a Fitur para que, en Madrid, nos descubran los de la costa". Bien es verdad que los turistas suelen ir y volver en el día. La ciudad es un conjunto histórico del siglo de oro muy bien conservado. El propio Romero, que confiesa que el urbanismo es su "ojito derecho" y se ha encargado de mantener este estilo en el centro. Dos turistas de Málaga capital cambian impresiones sobre la arquitectura antequerana. Carmen aplaude: "Ya me gustaría a mí que todos los pueblos de la provincia estuvieran así". Mariluz, aunque le agrada, ve "un pastiche algunas actuaciones como la fuente que han puesto subiendo para Santa María". Los otros candidatos, que ahora están en la oposición en el ayuntamiento, Palomino (PP) y Manuel García Peláez, de Izquierda Unida (IU), le reprochan a Romero que no dé participación a los profesionales de la ciudad y que ni siquiera tenga arquitecto municipal. El alcalde, cocinero antes que fraile, es historiador del arte y fue delegado de Urbanismo desde que entró en el ayuntamiento en 1983, primero con Pedro Rojas como alcalde y después durante el mandato de Paulino Plata, a quien sustituyó en el año 94. Con el actual consejero de Agricultura tiene mala relación, se dice en el pueblo. El acoso del aparato local del PSOE llevó a Romero a dimitir en mayo de 1997. Pero una manifestación de 5.000 vecinos bajo la lluvia, que acabó con el dimisionario a hombros, empapado y jubiloso, le hizo cambiar de idea. Es lo que García Peláez (IU) llama "la tocata y fuga de Romero". Un cartero motorizado, éste con una vespa amarilla, baja la cuesta de Archidona a ritmo pausado. Hace mucho calor y, naturalmente, va sin casco. Pega el terral.

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