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Crítica:CANÇÓCRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Llach distinto

Lluís Llach. Nou. Teatro Olympia. Valencia, 13 de mayo de 1999.Nou... Nuevo... Nueve... Todo coincide. Nueve canciones nuevas y un nuevo enfoque de estas y otras canciones más antiguas. No había duda. Lluís Llach traía algo nuevo, lo cual tampoco es demasiada novedad, puesto que, disco a disco, casi siempre (y el Olympia es testigo de ello) el cantautor ampurdanés renueva sus puestas en escena, más que las mismas grabaciones. En este caso, sin embargo, el cambio resultaba más evidente, por los arreglos más ligeros, en algún punto más pop; por el grupo, totalmente renovado, tan joven como la presencia del sobrino de Llach indicaba; por la forma de cantar, más relajada, menos imperiosa, más próxima. Distante de la orientación más étnica de Porrera o del Llach más individualista de Nu, como del Llach épico y orquestal de Un pont de mar blava. Este nuevo traje les sentaba de forma espléndida a algunas piezas señeras, en especial a Al carrer dels quatre llits y a Cançó a Mahalta, el poema musicado de Màrius Torres que se reveló en esta ocasión como una de las mejores canciones de Llach de todos los tiempos. También a la emblemática País petit, pero no tanto al fragmento de Itaca, tan identificado con un tipo de arreglos e impostación. En cuanto a las nuevas canciones, no es fácil encontrar a primera vista temas con gancho para hacerse tan popular como las más conocidas del autor de L"estaca. Pero Véns, que interpretó al principio, después de un espléndido ejercicio a tres voces en línea con el Misteri d"Elx, resulta muy sugerente con sus arreglos de rock fronterizo y L"Estanislau anant al Palau, basado en un supuesto chófer de Jordi Pujol es una canción deliciosa, al igual que otra tesitura más intimista, Tendresa, presentada por su autor con una frase tremenda, "reivindicar la ternura es ahora un acto militante". Cierto es que, por momentos, sus comentarios, poéticos, irónicos o políticos, centrados en la tragedia yugoslava como en la estupidez televisiva, tuvieron casi tanta fuerza como las canciones. Eso es, en todo caso, parte sustancial de los espectáculos de Lluís Llach: lo bueno es que, como la presentación de los propios músicos, es siempre diferente.

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