El Chava es El Chava
Algún día, algún sociólogo se parará un segundo y nos explicará por qué José María Jiménez, un alegre y generoso chaval de El Barraco (Ávila), se ha convertido en un fenómeno de masas. Algunas tesis ya avanzan que simplemente sucede que Jiménez, de 28 años, ha nacido con carisma y que haga lo que haga la gente le seguirá queriendo. Otros lamentan la mala suerte que tuvo Abraham Olano la pasada Vuelta: sus críticas a su compañero de equipo, al ciclista que alegraba el corazón de todos cuando la carretera se empinaba, no sólo forzaron a la afición a tomar partido por uno de los dos, sino que engrandecieron la figura del abulense. Pero hasta que llegue el momento de que alguien escriba su tesis, conformémonos con disfrutar del hombre que ha resucitado para España la suerte del ataque feroz y del desfallecimiento terrible. "El Chava es el Chava", dice su director Eusebio Unzue siempre que se produce una espantá de su corredor, "y eso no podrá cambiarse nunca". Que traducido viene a decir: el paquete es único, con lo bueno y con lo malo, y más nos vale no intentar tocarlo, no sea que por querer hacerle regular y espectacular a la vez, no sólo perdamos la fantasía, sino que encima siga siendo irregular. El trabajo más grande que ha hecho su equipo, el Banesto, con Jiménez, ha sido intentar convencerle de que en las contrarrelojs puede ir un poco mejor que fatal. Ahora ya sabe que si baja la cabeza le cuesta menos avanzar. En la contrarreloj de Ancona veremos si hay progresos, aunque las primeras citas de Jiménez con la afición se darán en la quinta etapa (llegada al Monte Sirino, una subida larga y tendida, no muy de su estilo de tirones) y en la octava, sobre todo, con la llegada al Gran Sasso.
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