El pequeño mago de los Kings
El joven Jason Williams asombra con su estilo
Descendientes de los legendarios Royals de Cincinatti, los Kings han vivido penurias sin cuento desde su llegada a Sacramento en 1985. Al equipo nunca le ha faltado el apoyo leal de una ciudad que apenas es una mota en el mapa deportivo de Estados Unidos. A la sombra de Los Ángeles, San Franciso y San Diego, las tres grandes metrópolis californianas, Sacramento no dispone de equipos en las ligas profesionales de béisbol, fútbol americano y hockey. El baloncesto concentra toda la pasión de la ciudad, que vive días felices después de años de frustración. Los Kings han alcanzado la fase final de la NBA, han vencido a los Jazz de Utah en el segundo encuentro de la eliminatoria que les enfrenta y prometen el el mismo juego desinhibido que les ha convertido en una rareza del campeonato. En una época de baloncesto recio, de corte defensivo, físico hasta el estrago, los Kings forman un conjunto que se distingue por su estilo espontáneo, concretado en hombres como el alero Chris Webber o el base Jason Williams, uno de los novatos más excitantes de la temporada. Williams se ha convertido en un fenómeno social en Sacramento y en uno de los jugadores más perseguidos por la prensa estadounidense. Por sus características se podría esperar al clásico base blanco, del tipo de John Stockton o Mark Price, gente de poco más de 1,80 de altura que destaca por su rigurosa interpretación del baloncesto. Listos, excelentes pasadores, discretos en su comportamiento, sin concesiones a la aventura, fiables a través de la solidez de sus fundamentos técnicos.Pero este base no pertenece a dicha especie, hasta el punto de que le han colocado el apodo de Chocolate blanco para intentar definir su sorprendente estilo, trufado de todos los guiños que suelen adornar a los muchachos negros que surgen de las barriadas de las grandes ciudades estadounidenses. Claro que Williams ni tan siquiera proviene de una ciudad. Nació en Belle, un pueblucho de West Virginia, tierra de minas de carbón y patria de un mito del baloncesto: Jerry West.
A Williams no le gusta que le llamen Chocolate blanco. Y a su familia, menos. "No me gusta porque tiene connotaciones racistas", ha comentado su padre. Así que quizá haya que buscar otro ramal para explicar su singularidad. Entonces aparece el nombre del fenomenal Pistol Pete Maravich, uno de los jugadores más vistosos que ha dado el baloncesto y, como Williams, metido en historias de consumo de drogas, marihuana en el caso del joven jugador de los Kings.
Con sus tatuajes, su actitud desafiante y un turbulento paso por las universidades de Marshall y Florida, Williams no parecía el hombre más adecuado para un equipo en crisis permanente. Pero los Kings se la jugaron. Le reclutaron en junio, le dieron los galones de titular y lo pusieron a dirigir a un equipo de espíritus libres, como él. El resultado ha sido un soplo de aire fresco en la NBA y un juego demasiado desenfadado para los ortodoxos y extraordinariamente divertido para una hinchada que le adora.
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