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Velocidad a ras de suelo

"La sensación es exactamente la misma que la que ofrece una moto de competición habitual", asegura el actual subcampeón de España de minimotos, el bilbaíno Santiago Fernández Ureta, cuando se trata de defender el curioso interés por pilotar la mínima expresión de un aparato a motor. Con apenas 40 centímetros de altura, -"lo que nos obliga a ir encajonados", matiza Fernández Ureta-, las minimotos incorporan motores de 39 centímetros cúbicos que permiten alcanzar velocidades cercanas a los 120 kilómetros por hora. Precisamente por rodar prácticamente a ras de suelo se evita el peligro de las caídas. "Esto que convierte a las minimotos en una de las especialidades más seguras", subraya el campeón de la temporada 1997. "Lo peor es el comienzo, pues para acoplarte te sientes un poquito ridículo pero luego llegas a disfrutar como es difícil de conseguir en otra especialidad", asegura tras vencer el pasado domingo la prueba disputada en Güeñes. Esta temporada, Santiago tiene previsto competir únicamente las citas de Vizcaya y Castellón pues ha tomado la decisión de cambiar de nuevo para competir en la categoría de scooters. "La verdad, me da pena este cambio, pero después de haber visto la gran progresión alcanzada, parece que con la desaparición del apoyo de los propios fabricantes las minimotos están perdiendo un poquito de interés", valora mientras recuerda que hace apenas un par de temporadas hubo que establecer nuevas categorías para poder absorber al gran número de interesados en correr. Vivero de pilotos El rápido despegue y presunto ocaso de las minimotos se contrapone directamente con la importancia de esta competición en Italia. Pilotos mundialistas como Loris Capirossi, Valentino Rossi o Melandri han surgido de esta especialidad. "Eso demuestra su importancia, allí consideran las minimotos como una verdadera escuela para el mundial ya que sirve para aprender las bases y la disciplina de las carreras", asegura Fernández Ureta. De hecho, los dos últimos pilotos vascos en acceder al mundo de la competición en la Copa Movistar Activa, Iñaki Aznar y Asier Muiños, se han formado también en este tipo de pruebas con aparatos que parecen de juguete. Circuitos urbanos Las carreras de minimotos se disputan en circuitos urbanos o pistas de karts en los que, pese a la velocidad desarrollada por estas máquinas de solo 25 kilogramos, apenas hay riesgo "de hacerse verdadero daño", comenta Fernández Ureta. El hecho de ir casi pegados al suelo hace que los accidentes sean, salvo mala suerte, auténticas demostraciones de patinaje en los que el mono de competición, casco, guantes, etcétera, evitan cualquier lesión seria. "Es la mejor manera de quemar adrenalina en plena competición sin riesgo para nadie", resalta. El problema, como en casi todo lo relacionado con el mundo del motor es el asunto presupuestario. "Al ser tan pequeñas, aquellos que consiguen algo de publicidad se ven obligados a llevarla en el mono pues de otro modo resultaría invisible", bromea. El precio de una de estas minimotos esta cerca de las 300.000 pesetas lo que, unido a los gastos de desplazamientos, piezas, y demás acaba convirtiéndose en una afición demasiado cara. "Para colmo, aunque hay que disputar entrenamientos y dos mangas por carrera como el resto, somos los únicos que no cobramos una sola peseta en dietas o premios", se queja Fernández Ureta.

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