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Morientes da boleta al Espanyol

El Madrid hace un trabajo estrictamente profesional para superar a un rival desanimado

Santiago Segurola

Morientes puso la distancia justa entre el Madrid y el Espanyol, que jugó sin ningún entusiasmo, en la línea de los equipos que ya han dicho todo en el campeonato. Para el Madrid fue un partido de recuperación: sencillo, amable, resuelto con dos excelentes goles de Morientes, otra vez afilado en el área. Juego hubo poco, y lo puso el Madrid en algunos instantes del segundo tiempo, pero sin excesos. Un ejercicio estrictamente profesional, cosa infrecuente en un equipo que no se distingue por su fiabilidad en este aspecto.A la vista del nivel de decibelios que se observa en el Madrid, le vino de perlas el escaso interés que despertó el partido. La gente acudió al Bernabéu en escaso número y con una actitud apacible, sin rencores. La ausencia de Seedorf rebajó cualquier espíritu crítico. Toshack le dejó en el banco y alineó a Savio, que cuenta con el beneplácito general. Y con razón. En un equipo que ha ofrecido su peor versión durante la temporada, sólo Raúl y Savio han estado a la altura de su prestigio. Por desborde y velocidad, el extremo brasileño se hace necesario, y más en este Madrid predecible. Pero los entrenadores miran las cosas de otra manera. A Savio cuesta encontrarle sitio en los dibujos actuales, donde los extremos son una raza en extinción. Sólo el Barça aprovecha las enormes posibilidades que ofrecen los extremos a la antigua. Sin embargo, la tendencia del fútbol se dirige hacia el lado contrario. Probablemente todo comenzó con el venerable Alf Ramsey, a quien Inglaterra llora estos días por su muerte. La selección inglesa ganó el Mundial del 66 con dos interiores de largo aliento (Martin Peters y Alan Ball) y acabó con los extremos. De aquel Mundial salió triunfador el 4-4-2 y desde entonces el fútbol circula mayoritariamente con ese sistema, con las pequeñas variantes que se quiera.

REAL MADRID 2

ESPANYOL 0Real Madrid: Illgner; Panucci, Hierro, Campo, Roberto Carlos; Sanchis, Redondo; Raúl (Seedorf, m.25), Mijatovic, Savio (Guti, m.81); Morientes. Espanyol: Toni; Cristóbal, Nando, Pochettino, Capdevila; Arteaga (Quique Martín, m.60), Galca (Nan Ribera, m.55), Helguera, Sergi; Tamudo (Martín Posse, m.58) y Silva. Goles: 1-0. M. 10. Gran pase adelantado de Hierro a Morientes, al que no consigue interceptar Nando, y el delantero madridista cruza el balón ante Toni. 2-0. M.30. Centro de Seedorf y remate de Morientes adelantándose a Nando. Árbitro: Ansuategui. Amonestó a Cristóbal, Helguera, Morientes, Martín Posse y Guti. Unos 40.000 espectadores, ni media entrada en el Santiago Bernabéu. Noche agradable de temperatura, pero con lluvia.

Para los entrenadores, Savio es un problema porque les rompe el dibujo. O porque les precipita a un riesgo que de ninguna manera se quiere correr en estos tiempos. Es cierto que con Savio el equipo se debilita en el medio y corre el peligro de fracturarse, pero en la paga de los técnicos está la búsqueda de soluciones imaginativas para aprovechar a sus mejores futbolistas. Y en el estado actual del Madrid, Savio resulta absolutamente necesario para su equipo. Por lo que es (un extremo de gran habilidad) y por lo que representa: los defensas le temen como a pocos en el fútbol español. Ni tan siquiera necesitó hacer un buen partido para enviar señales comprometedoras a sus rivales. Quizá por ello, Brindisi colocó a Iván Helguera en la banda derecha, cerca de Cristóbal, con la intención de taponar las incursiones de Roberto Carlos y Savio. El experimento fue un fiasco. Fuera de su hábital natural, Iván Helguera penó durante el primer tiempo. Y Cristóbal tuvo que medirse en cada entrada después de la amonestación que recibió por patear a Savio en el comienzo del encuentro. Las limitaciones del Espanyol se hicieron visibles muy pronto. Actuó con el grado de reserva de los equipos que han dado carpetazo a la temporada. Hizo un fútbol aseadito, pero sin vigor en ninguna zona del campo. Ni en la defensa, ni en la media, ni en la delantera. El Madrid lo aprovechó para marcar dos goles y llevarse el partido con facilidad. Con poco juego, es cierto, pero sin ningún sufrimiento. Se pertrechó atrás con más consistencia de lo habitual y esperó sus oportunidades, que fueron escasas, pero excelentemente resueltas por Morientes.

El primer gol fue muy meritorio en el arranque y en el desenlace. El pase de Hierro cruzó el campo con una precisión majestuosa. Nando debió interceptarlo: para eso están los centrales cabeceadores. No lo hizo y dejó que Morientes elevase con brillantez el nivel de la jugada. Amortiguó la pelota con el muslo y, sobre el control, se perfiló frente al portero y cruzó un remate al palo contrario. Morientes tiene estas cosas. Se atormenta durante largos periodos porque no encuentra la portería y, de repente, ofrece el mejor muestrario de detalles, con goles espléndidos, de gran delantero.

Entre el primer y el segundo gol ocurrieron pocas cosas. El Madrid midió el estado del Espanyol y se convenció de que no habría problemas. El partido se volvió insípido, sólo alterado por la reacción del público contra Seedorf, que sustituyó a Raúl, lesionado en una acción en el área del Espanyol. Como la gente tenía un día amable, se reconcilió con el holandés en el segundo gol: un centro de Seedorf perfectamente interpretado por Morientes en el primer palo. Un remate al palo de Darío Silva fue el único signo de actividad del Espanyol en el primer tiempo. En el segundo mantuvo su actitud entreguista. El partido no le interesaba un comino.

Al Madrid le resultó muy sencillo tramitar el resto del encuentro. Aunque sin excesos, en algún momento se adornó. Roberto Carlos adquirió la mayor parte del protagonismo, con una persistencia casi desaforada en el juego de ataque madridista. Ya se sabe que llega el final de temporada y cada uno lo utiliza de forma diferente.Unos para despedirse, otros para renovar el crédito y alguno para subirlo en la mesa de negociaciones. Esa impresión dio Roberto Carlos en un partido que los demás se lo tomaron con profesionalidad pero con menos entusiasmo.

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