Almería 2005
DE PASADAAlmería es una ciudad modesta, tanto que hasta los propios habitantes dudan a menudo sobre sus potencialidades. Ni el despegue económico de las últimas décadas ha mitigado una suerte de complejo histórico, enraizado en un pasado marcado por el hambre y el olvido. También es un híbrido extraño, una especie de caleidoscopio africano, levantino y andaluz, que frustra la identificación plena con un territorio concreto y alimenta la sensación de orfandad. A la autocompasión contribuye el aislamiento geográfico -Alfonso Guerra dijo un día que era "la esquinita más presiosa" del territorio estatal-, que las administraciones no se han preocupado en romper. La A-92, el cordón viario vertebrador de Andalucía, sigue pendiente después de siete años. Lo cierto es que nunca han mirado mucho ella. Incluso los escritores de la Generación del 98, cuando se lanzaron a recorrer España para contarla, no encontraron el menor interés en adentrarse en su territorio. Juan Goytisolo, su gran valedor literario, se enamoró de su desolación geográfica y se horrorizó de su miseria. Otros creadores que perseguían el autoexilio y la soledad acabaron fascinados por el aire de marginalidad, como el pintor Miguel Mansanet cuando decidió huir de la movida madrileña o el fotógrafo Bernard Ploussou. El poeta José Ángel Valente, que fijó su residencia en la ciudad, siempre aclara que los territorios le eligen a uno. El olvido ha fructificado finalmente en algunas ventajas. La "esquinita" posee ahora el litoral del Mediterráneo peninsular más virgen: el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. Un territorio ajeno a la colonización del hormigón y del turismo de masas, que se enfrenta, sin embargo, a las embestidas de los invernaderos. La fiebre del plástico, responsable del despegue económico (es la provincia andaluza con menor desempleo y mayor superávit en la balanza comercial), amenaza con desbordar el equilibrio entre los recursos naturales y las demandas hortícolas. En este escenario se celebrarán en el 2005 los Juegos Mediterráneos. La elección de Almería, la segunda ciudad española que organiza el evento después de Barcelona, en 1955, resulta grata para el deporte y para estrechar lazos con el Magreb. Y, sobre todo, será una oportunidad inmejorable para renovar la ciudad, como reconocía hace un año el alcalde Juan Megino, y sacudirle el complejo de orfandad.
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