_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Grandola

En estos días se ha vuelto a oír por la radio la canción de Jose Afonso que sirvió de contraseña a la revolución de los claveles de Portugal, hace ahora un cuarto de siglo. En Madrid se ha conmemorado la efeméride con algunos actos en los que participaron sobre todo los periodistas que vivieron aquellas jornadas de abril de 1974. Hay que decir, sin embargo, que un acontecimiento de tanta trascendencia en el proceso de democratización de los dos países ibéricos se ha recordado en España con frialdad oficial e indiferencia ciudadana; algo que, hay que decirlo también, se corresponde simétricamente con una notable "desmemoria" portuguesa. En el Club Internacional de Prensa hubo una mesa redonda en la que tomaron parte algunos de los corresponsales enviados entonces a Lisboa. España estaba todavía en plena, aunque ya "terminal", dictadura y era natural que los periodistas vivieran con emoción la "fiesta" de los claveles. Digo fiesta porque yo, que estaba allí como enviado del diario Informaciones, que dirigía Jesús de la Serna, no recuerdo haber oído ni un solo disparo.

El acto sirvió para recordar a un compañero que murió años después, Eduardo Barrenechea, una de las personas que mejor comprendió y supo contar los acontecimientos del 74. La cobertura que la prensa española dio a los hechos a pesar de las trabas que puso el Gobierno de Arias fue extraordinaria. No pocos demócratas, la "progresía" se decía, viajaron a Portugal para ver en directo lo que pasaba. Se pusieron de moda los claveles, flor humilde pero significativa y militante en aquellos días. Un general español de tendencia liberal recibió de anónimos comunicantes algunos monóculos como los que usaba Spinola. Se publicaron aquel año en España incontables libros narrando los acontecimientos. Veinticinco años después, uno de los periodistas que fueron testigos de la revolución, Diego Carcedo, ha publicado Fusiles y claveles, el último de la serie, para narrar y dar las claves políticas y humanas de lo que para portugueses y españoles fue uno de los más importantes acontecimientos del siglo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_