Juegos de antaño
"El reloj marca la una / que tumba, que tumba, que tumban ban. / Los esqueletos se comen una aceituna, que tumba, que tumba, que tumban ban". La letra forma parte de una canción con la que los niños han jugado durante años por las calles de la provincia de Jaén y en coro por las plazas de la localidad de Baños de la Encina, donde se han recopilado en un libro las melodías y juegos populares que hoy han dejado paso a los más modernos ordenadores y consolas de videojuego. La escuela taller de la localidad ha recurrido a la memoria de ocho personas para realizar un trabajo coordinado por el monitor José María Cantarero. Jugando en las calles bañuscas es una recopilación de una tradición popular que está quedando en el olvido. "Quizá sean los juegos, como cultura diacrónica que es, el componente más dinámico, más vivo, más personal, íntimo y único, de todo el bagaje recibido de los que nos cedieron el paso", explican los miembros de la Escuela Taller en la introducción de este libro. Los mayores, dicen, tienden a hacer de la cultura algo rígido, estático y empobrecido; mientras que los niños prefieren moldearlo, cambiarlo, hacerlo propio, llenan de identidad propia lo significativo de la comunidad a la que pertenecen. A diario actualizan su propia cultura reflejándolo en los juegos, que se adaptan a las propias características de su entorno. Los niños de Baños han jugado durante años a un peculiar frontón ligado a un espacio concreto de la localidad, la ermita de Nuestro Padre Jesús del Llano. Se trata de una construcción de los siglos XVII y XVIII que ha soportado los innumerables golpes de una pelota que los niños debían tocar antes de que botase cuatro veces en el suelo, siempre que ninguna de ellas lo diese fuera del atrio de la iglesia, porque en ese caso se consideraría un fallo. Pero no cualquier golpe valía. La pelota tenía que dar en un determinado espacio bien delimitado en el muro. Lo que sí entraba dentro de las reglas del juego era dar con cualquier parte del cuerpo para lanzar, aunque se recomendaba la pierna. Con tres fallos acumulados, el jugador quedaba eliminado. Menos infantil era otro de los juegos en grupo llamado La flor del romero, una especie de baile popular que se relaciona con la fiesta de la Candelaria, el dos de febrero. La letra deja poco lugar a dudas sobre la edad más madura de los participantes: "A la flor del romero, / romero verde, / si el romero se seca ya no florece, / ya no florece, / ya ha florecido, / la vergüenza de los hombres ya se ha perdio / de las mujeres no digo ná / que se van con los novios de madrugá". En este juego las parejas, de la mano, pasaban entre el túnel de brazos hecho por otras parejas que cantaban la canción. Otra variación más del mismo juego tenía una letra igualmente clara: "Mientras mi madre en misa, vino mi novio, no durara la misa hasta el otoño". Los lugares tradicionales en los que se desarrollaban los juegos en Baños de la Encina se corresponden con plazas públicas que hoy forman parte del patrimonio que esta localidad quiere ofrecer a los visitantes. Las calles empinadas y las blancas casas ofrecen un paseo inigualable que en Baños se completa con la visita al castillo de Bury Al-Hamma, correspondiente al periodo califal, siglo X. "Es necesario que no perdamos de vista los juegos, (...) que nuestra sociedad más o menos culta, más o menos acomodada, más o menos técnica, no pierda nunca la imaginación y la ilusión". Éste es el deseo expresado en la publicación de la escuela taller de Baños.
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