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EXCURSIONES LOS MONTES DE MÁLAGA

El bosque hecho a medida

Pocos malagueños le creerían si les dijese que hace sesenta años los Montes de su ciudad no estaban cubiertos por los bosques sólidos y fiables que tan bien conocen, sino que eran pura tierra pelada y pálida. Y sin embargo es la verdad. Ésta es una arboleda muy joven, que nació en 1930 de la mano de los ingenieros que emprendieron la tarea de repoblar los Montes para terminar con las crecidas del río Guadalmedina, que anegaban Málaga con desoladora frecuencia. Salió bien. Los casi 30 millones de árboles que plantaron cumplieron la función de fijar el suelo, que hasta entonces cada vez que llovía se iba resbalando ladera abajo, multiplicando el volumen del río y llenando su lecho de tierra. Las aguas volvieron a su cauce, se acabaron las inundaciones. Pero este no fue el único efecto beneficioso de la repoblación, que regaló a Málaga el privilegio de tener un pinar excelente en el patio de atrás, a sólo cinco kilómetros de la ciudad. Más de 100.000 personas visitan cada año el Parque Natural de los Montes de Málaga, que tiene 4.900 hectáreas de superficie. La mayoría está tapizada de pinos carrascos (Pinus halepensis), los protagonistas de la repoblación, pero muchas otras especies vegetales están presentes en este lugar, componiendo una muestra muy variada de bosque mediterráneo. Hay encinas, coscojas, quejigos y alcornoques, que van ganando terreno al pinar de forma lenta pero segura. También se encuentran árboles de ribera, de los que crecen con los pies cerca del agua, como chopos y fresnos. Y eso a pesar de que los arroyos que surcan los Montes corren sólo en invierno, y de un modo muy irregular, lo que no impide que en algunos lugares caigan en cascadas impactantes como la del Salto de Picapedreros. Los arroyos son, además, los lugares más propicios para ver animales, o al menos las huellas que dejan en el barro cuando se acercan a beber. La fauna del Parque es muy diversa; viven allí cochinos jabalíes, zorros, comadrejas, meloncillos, águilas culebreras y calzadas, búhos reales... Itinerarios a la carta Los métodos para disfrutar del Parque son múltiples. Hay quien transita en coche por la red de carriles que atraviesa los Montes, siguiendo alguna de las rutas (amarilla, azul o marrón) diseñadas para ese fin; hay quien prefiere la bicicleta y quien elige caminar. La Junta Rectora, el organismo que hace las veces de gerente y relaciones públicas del Parque, ofrece a los visitantes información sobre los itinerarios que pueden realizar, según su condición física y sus intereses específicos. No sólo se ponen ante sus ojos plantas y animales, sino también la historia de las personas que han ocupado y utilizado este espacio desde hace siglos. El cultivo más importante, el que más indeleblemente marcó el paisaje de los Montes hasta que los pinos tomaron el relevo, fue el viñedo. Y el peso de la cultura del vino queda claro en el Lagar de Torrijos, un museo etnográfico "muy vivo", como explica el director-conservador del Parque, Ricardo Salas. "Aquí se hace cada año el vino de los Montes con procedimientos muy antiguos", cuenta Salas con orgullo. Acompañan al lagar un molino de aceite y dos hornos de pan, que completan la reconstrucción de modos de vida tan lejanos en el tiempo como cargados de interés. Las visitas son gratuitas; las citas se conciertan en el teléfono 95 204 11 00, el de Medio Ambiente en Málaga, que se ocupa también de conceder los permisos de acampada en las áreas recreativas de Torrijos y El Cerrado. El Parque tiene aún más cosas que ofrecer. En la Casa Forestal de El Boticario hay un centro para la lucha contra la desertización del Mediterráneo. En el futuro se emplazará allí un Centro de Interpretación. Y, para acabar, un consejo. Nadie debería perder la oportunidad de probar un Plato de los Montes (contundente combinación de lomo en manteca, huevos, patatas y chorizo) en una de las ventas que salpican el camino de vuelta.

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