Such, RIP
MIQUEL ALBEROLA Casi dos años y medio después, Zaplana le ha cerrado la espita del oxígeno a Diego Such en la política autonómica, a pesar de la escenificación edulcorante interpretada por el consejero de Empleo, Industria y Comercio del PP (y sin embargo en otro tiempo secretario general del Partido Socialista Popular en el País Valenciano), quien aparenta una retirada de la primera línea electoral a petición propia. Such quiere culminar una vocación más humilde: ser alcalde de su pueblo, La Nucia. No consiguió serlo de Alicante hace unos años, ya por el PP: se estrelló contra Ángel Luna. Antes había chocado contra el PSPV, incluso contra el CDS, al que había pedido sin éxito puesto de salida para el Congreso de Diputados o para el Senado. Ahora ha suplicado a Zaplana a pie de inauguración, para dar sensación de espontaneidad, que le permita dedicarse "a un tema tan bonito" (vaya metáfora, president). Quiere volver al pueblo despues de tantas galas tocando las maracas junto a Julio Iglesias por esos mundos. Está cansado de tanto bamboleo, de forzar su sonrisita de higo pajarero en las colas de los aeropuertos y en las galas empresariales. Desea volver a disfrutar de su chalé construido por Dragados y de su vecindad con Jaime Merchán, con quien comparte jardín y el interior de algún arbusto. Quiere vivir en el último reducto que le permite una cierta vida pública, con la esperanza semipactada de que alguna gran empresa (¿eléctrica?) le extienda nómina y alfombra. Porque Such murió para la política visible el 10 de diciembre de 1996, cuando se destapó que la constructora a la que había adjudicado obras como vicerector en la Universidad de Alicante por valor de 1.200 millones de pesetas le había hecho la casa. Un caso similar al del presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, y al del consejero de la Generalitat de Cataluña Jaume Roma, quienes tuvieron que dimitir al conocerse los hechos. Zaplana optó por mantener el cadáver de Such, pese a acumular todas las irregularidades administrativas posibles, a las que cabría añadir las de su esposa, la profesora asociada Lucía Irusta, que cobró 867.000 del ala sin que conste que haya impartido ninguna clase. Zaplana suelta el lastre ahora que ya no le salpica.
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