El alcalde minero
TEREIXA CONSTENLAUn año denso, tanto que ocupará más espacio en la memoria política de Francisco Márquez Cueto que los tres lustros anteriores. De repente, el alcalde de un pueblo modesto pasó a regir el destino de una localidad de incierto futuro, incluso para él, empleado en excedencia de la explotación minera que da de comer a la mayoría del vecindario. Aznalcóllar, hasta el 25 de abril de 1998, vivía sumido en el anonimato característico de las poblaciones sin pretensiones, sin mayor mérito que figurar en el cuarto puesto por consumo de energía eléctrica a nivel provincial. Una anécdota estadística que no reñía con lo llamativo, atendiendo a sus dimensiones demográficas (alrededor de 6.000 habitantes). Esta voracidad energética, como casi todo en la localidad sevillana, también depende de la extracción de pirita. Aznalcóllar, desde aquel día primaveral, designa uno de los mayores desastres ecológicos acaecidos en territorio español. Una marea de lodos tóxicos se esparció a partir del río Agrio, en dirección al mar, al romperse el depósito de almacenamiento de residuos de la empresa Boliden Apirsa. Desde entonces, Francisco Márquez Cueto, de 40 años, casado, padre de dos hijos, pasó a ser el alcalde del pueblo del vertido. Otros términos vieron pasar lodos y perder tierras, pero el accidente adoptó el nombre de Aznalcóllar, la génesis del desastre. El vertido, paradójicamente, ha mejorado la imagen del político socialista. Incluso sus adversarios elogian su dedicación durante este último año, que finalizó recientemente con el primer acontecimiento de naturaleza positiva del periodo: la reapertura de la mina. Márquez, codo a codo con el comité de empresa de Boliden, ha batallado para lograr que el gran motor económico de la localidad, la extracción de mineral, arrancase de nuevo. No siempre lo creyó posible. Tentado estuvo de aceptar lo que parecía irremediable, aunque no dejó traslucirlo, ni en los momentos más críticos, cuando se le envenenaba la lengua contra la ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino, a cuenta de la decisión del Patronato de Doñana de rechazar la apertura de la mina. Tras esa pelea del alcalde latía un doble impulso: el deseo de salvar del desastre económico a sus convecinos y la preocupación propia. Márquez, con dos décadas en la nómina de la empresa minera como administrativo, también veía peligrar su propio futuro laboral, máxime ahora que su retirada de la política parece segura. El alcalde de Aznalcóllar, pese a sus ocho años de gestión, perdió las elecciones primarias de su partido frente a una recién llegada, Salud Santana, una periodista de 28 años, que le aventajó por seis votos. Algo inesperado que no ha digerido bien. Otra circunstancia que impedirá borrar los últimos doce meses de la memoria de Francisco Márquez, que ha purgado en las urnas internas su tendencia a ningunear a una parte de la militancia socialista de Aznalcóllar y a encerrarse en su cohorte de adeptos, entre los que abundan los aficionados a la caza mayor con quienes compartió hasta hace unos años monterías y, probablemente, narraciones épicas sobre batidas cinegéticas. Ese afán por atrincherarse en su núcleo de confianza, sin oídos para los demás, le ha granjeado cierta fama de político prepotente. Por los despachos de algunos ayuntamientos vecinos circula el mote de el ministro, para referirse a sus supuestas ínfulas. Justo la antítesis de lo que jalean desde su núcleo de amigos, que escogen como destacables dos características: su honradez y su capacidad para escuchar a los demás. Tal vez la soberbia que observan sus críticos nazca del rictus serio y un pelín distante que cultiva en la lejanía, vamos que Márquez no va por ahí como "una sonaja". También le achacan hambre de protagonismo, pero lo cierto es que el alcalde de Aznalcóllar, en el último año, ha trabajado básicamente en la sombra. Premeditado o no, ha rehuido los focos en la mayoría de las comparecencias antes la prensa en beneficio de otros alcaldes de localidades afectadas por la riada tóxica. Aquellos que le atribuyen un carácter apropiado para cultivar enemistades en su entorno por una mezcla de arrogancia y desdén no dejan de etiquetarle como un alma buena, que se enfrenta a una etapa nueva después de 16 años de actividad pública continuada en el Ayuntamiento de Aznalcóllar -mitad como alcalde, mitad en la tenencia de alcaldía-, a la que sumó su cargo como diputado provincial durante el actual mandato. Su regreso a la mina evidencia, según sus amigos, que Francisco Márquez antepone los intereses generales a los particulares. Ahora tendrá más tiempo para cultivar su huerto, una de sus aficiones preferidas junto a los paseos por el campo. Y, tal vez, vuelva con bríos a la caza.
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