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Un paseo desterrado por el hormigón

El nuevo empedrado y ajardinado de la Castellana sepulta un diseño paisajista que ha durado 130 años

La reforma del paseo de la Castellana, emprendida por el Ayuntamiento el pasado mes de enero desde la plaza de Colón hasta la calle de Ayala, prosigue su avance. La segunda fase de las obras acaba de llegar ya el cruce del paseo con la calle de José Ortega y Gasset. Algunos ecologistas y expertos en jardinería la critican abiertamente. Consideran que el nuevo ajardinamiento y la pavimentación compacta eliminan de su diseño la concepción paisajística original, de estilo romántico isabelino, con la que fue ideada.El plazo para culminar la reforma fue fijado en cuatro meses. Ha costado, hasta el momento, 371 millones. Va a cambiar sustancialmente la fisonomía de esta arteria histórica, concebida hace 130 años desde una perspectiva basada en el paisajismo inglés, denominado en Madrid isabelino por aplicarse bajo el reinado de Isabel II. Esta concepción sustituyó la primacía geométrica y arquitectónica de los jardines y paseos neoclásicos por un canon de cuño pictórico, basado en la frondosidad libre del arbolado y en la incorporación ornamental del relieve topográfico.

Ciertamente, el solar del paseo se hallaba muy deteriorado, sus bordillos desequilibrados y sus setos sumidos en el descuido. Pero había otros criterios de reforma más respetuosos con su historia, según sus críticos.

"Este espacio se recupera como lugar de paseos y de encuentros y ganará en sencillez, claridad y rotundidad a base de una pavimentación continua de granito", dice la Gerencia de Urbanismo, cuyo departamento de Obras dirige la reforma. Asegura también que dispondrá de más espacio para el peatón.

Tramo a tramo, la reforma ha eliminado la antigua estructura del solar del paseo, dispuesto en dos andenes de senda de arena, poblados por cuatro filas de árboles, dos vías de piedra y dos más de baldosas, que flanqueban un carril central para el tráfico de vehículos y dejaban dos entrecalles paralelas. Ahora, los andenes alcanzan hasta 70 centímetros de altura sobre la calzada central. Farolas con pescantes y tulipanes blancas, coronadas, iluminarán el paseo, cuyos bancos de época, almohadonados y en piedra, han sido sustituidos por otros de madera listada con anclajes metálicos. La arena de sus sendas, ideadas inicialmente para el paseo a caballo, desaparece bajo una cimentación ininterrumpida. Por todo ello, la reforma va a convertirse en un hito en la topografía madrileña. Un hito adverso, a juicio del grupo Ecologistas en Acción y de expertos del ámbito de la jardinería y la paisajística, como Consuelo Martínez-Corrocher, arquitecta y profesora de la Escuela de Jardinería Castillo de Batres: "Las obras sentencian definitivamente la personalidad de la Castellana, única en el mundo por su trazado. Vamos a perder un pedazo de nuestra memoria sepultada bajo más hormigón y más árboles acogotados", se queja.

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