El balón prisionero
Parecía que les habían sometido a un casting. Las seis eran como clones: exactas. Pelo liso y largo, mucho maquillaje, pantalones rojos muy cortos, ajustados a unos muslos abundantes y, por si no quedaba claro con quién iban, una camiseta que mostraba un ombligo con el nombre del equipo de baloncesto al que animaban con sus movimientos de cadera: el Victoria Kent de la prisión de Alhaurín de la Torre. Los reclusos del centro penitenciario de Málaga se buscaron una celebración alternativa a la Semana Santa y disputaron un partido contra la droga junto a tres jugadores del Unicaja. "El objetivo de esta iniciativa es la integración social del recluso", comenta Adolfo Jiménez, coordinador del programa Libérate de la droga a través del deporte, que organiza esta prisión en colaboración con la ONG CIC-Batá. Es algo que hace falta ya que, según dice, el 70% de los reclusos son drogodependientes. Y lo dice mientras el balón prisionero salta de mano en mano, mientras desde las gradas silba un público desaforado -los del módulo de menores- y mientras una música batallera no para de imitar las palpitaciones de un corazón robusto y caliente. "Bienvenidos al centro penitenciario de Alhaurín de la Torre", se escucha por un micrófono como si los presentes estuvieran allí de paseo y voluntariamente. Lanza el balón Jesús Lázaro, jugador del Unicaja y encesta de forma limpia. Silbidos. Lanza el número nueve y, aunque conoce mejor el campo por ser recluso, sólo logra rozar el aro. Aplausos, porque para algo es de casa. Las animadoras -Mónica, Rocío, Ana María, Ana, Belén y Carmen-, por supuesto, bailan. Para el partido -cuatro contra cuatro y sólo en la mitad del campo- Lazcano se sienta en el banquillo y les deja hacer a sus compañeros de profesión Ernesto Serrano y Dani Romero, que se dividen cada uno con un equipo para que el encuentro sea más equitativos: son los blancos contra los azules. "Está claro que esta gente no puede venir al pabellón los sábados. Qué menos que vengamos nosotros a verlos", comenta el deportista rodeado de presos. Y ellos, encantados. "En nuestro equipo los hay buenos y malos pero todos tenemos muchas ganas. No somos como ellos, está claro. Nosotros somos entretenidos y ellos son profesionales", comenta Idri-Faiti, un recluso que ha gastado tres de sus 21 años en prisión y que dentro de "un añito" estará en la calle. "Me parece muy bien que haya partidos como estos", asegura. El encuentro de ayer no era una iniciativa aislada, según explica el coordinador. Los reclusos ya han tenido la oportunidad de medirse con profesionales de fútbol sala y voleibol y hoy mismo ingresarán en prisión los jugadores del Ivesur para disputar un partido de balonmano. Además, los menores han podido perfeccionar su técnica en baloncesto gracias a un curso de dos semanas subvencionado por el Instituto Andaluz del Deporte. "Los clubes se han volcado. Vienen sin saber lo que se van a encontrar y cuando ven lo que ven, se tranquilizan", comenta el coordinador del programa mientras las animadoras se quejan porque la música ha cesado. "Hoy mismo [por ayer] han llamado los de club Ivesur para decir que "la mitad del equipo estaba acojonado". No tienen razón, porque ayer al menos se jugó limpio en el centro penitenciario. Los árbitros -uno regional, otro de la liga ACB y un tercero de la FIBA que no paró de mascar el silbato- no pitaron más de lo normal ni expulsaron a nadie por exceso de faltas. Y es que los reclusos se habían tirado toda una semana preparándose. "Imagínate lo rutinaria que es la vida en prisión, por eso es tan importante que venga alguien y les preste atención", comenta Jiménez. Y añade: "Además, aquí hay mucha gente de Málaga de pura cepa a los que les encantaría estar de procesión en Semana Santa". Tronos, desde luego, no hay. Cirios y capirotes tampoco, pero traspasadas las puertas, uno se puede imaginar fácilmente que está en un polideportivo cualquiera. Fin del partido. Empate a 22. La delegación del Unicaja entra en el vestuario y se cambia. "Pues yo os imaginaba más altos", comenta una médico cuando han dejado atrás a los reclusos y han traspasado la primera puerta blindada. "Llevadme unos cuantos besos para la calle", les dice una de las animadoras a modo de piropo. Es Mónica, que mañana mismo saldrá. Pasará a régimen abierto.
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