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El legado de Abraham

Abraham había recibido un encargo difícil, de esos que uno no se creería con fuerzas para cumplir nunca. Pero era un encargo divino y pesó más la obligada obediencia. Así pues, se disponía a matar a su propio hijo, tal y como le había sido ordenado, cuando un ángel bajó de los cielos y se interpuso entre la delgada línea que en esos momentos separaba al hijo de Abraham de la muerte. Un cordero fue el sacrificado y el viejo, recompensado así por haber sido capaz de mostrar una capacidad de fidelidad hacia su dios carente de fisuras. Omar El Hartit, uno de los miles de inmigrantes que viven en la provincia almeriense, recordaba ayer la historia sobre la que se sustenta la celebración de la Fiesta del Cordero, una de las más destacadas tradiciones sagradas de los musulmanes, mientras se disponía a cumplir con el rito centenario. El número de animales sacrificados en toda la provincia rondó ayer los 2.000 ejemplares. Cada hombre musulmán casado tiene obligación de matar un cordero a modo de ofrenda para su pareja. La familia es el centro de la fiesta y, por eso, una de las normas que dicta la tradición consiste en emplear la tarde en visitar a aquellos parientes de los que, durante el resto del año, no se han disfrutado con frecuencia. Sin embargo, celebrar la Fiesta del Cordero estando lejos de casa presenta algunas particularidades. La principal es que muchos de los inmigrantes que abandonaron sus países dejaron también atrás a sus familias. Por eso, muchos de los musulmanes instalados en Almería, especialmente aquellos que aún permanecen solteros, se suelen juntar en grupos para celebrar unidos la fiesta y mantener sus raíces. Se trata de cumplir con la religión y, a la par, reconocerse a sí mismos en el contexto de una cultura muy distinta a la que los vio nacer. Antes de matar al cordero que salvó la vida al hijo de Abraham hay que cumplir con los rezos. De lo contrario, el sacrificio del animal no es válido. También es preciso observar con cuidado otras normas. El animal ha de estar mirando hacia La Meca y no percatarse, en ningún momento, de que el hombre que se le acerca- debe ser un hombre creyente- empuña una navaja bien afilada. La intención es evitar el sufrimiento de la cría de la oveja. Como toda fiesta sagrada, el paso del tiempo ha ido haciendo mella en el espíritu religioso para dar paso a una celebración de tintes más lúdicos. Pero el fondo se mantiene. Una vez sacrificado el cordero, comienza el festín. El hígado, las vísceras y todo aquello que se pueda estropear rápidamente es lo primero que se consume. La cabeza y las patas se utilizan para hacer cuscús y el resto para elaborar comidas típicas musulmanas que se congelan para comerlas después. Costillas aderezadas con múltiples especias o carne dulce hecha a base de miel y azúcar, son algunos de los platos que conformarán durante días la dieta de los que han participado en la Fiesta del Cordero. Los corderos- que han de estar sanos y tener más de cinco meses- se adquieren, principalmente, en dos fábricas que hay en la provincia. Una de ellas, la empresa Fica, radicada en el municipio de Benahadux, sacrifica por el rito musulmán unos 100 corderos cada semana para abastecer a las más de veinte carnicerías musulmanas que hay repartidas por la provincia. La tradición establece que la fiesta ha de durar tres días, a contar a partir de que hayan transcurrido dos meses y diez días desde que finalizara el Ramadán. Pero muchos de los inmigrantes no pueden estar los tres días sin acudir al trabajo como establece la tradición, así que acortan la fiesta cuando cae en días laborables.

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