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El número de menores en prisión se duplica en el Reino Unido

Un inspector destapa situaciones "infrahumanas" en una cárcel

Isabel Ferrer

"Está podrido hasta el hueso", exclamó David Ramsbotham, inspector jefe de Prisiones del Reino Unido, al recorrer el centro para menores de Feltham, en Londres. Sus 922 reclusos sólo reciben una muda semanal de ropa interior, la suciedad de sábanas y colchones ha causado una epidemia de sarna y la mayoría de los jóvenes están encerrados en su celda hasta 23 horas al día. Tras pasar "uno de los peores días de su vida", el inspector concluye en un informe que un 40% de los menores en prisión provisional no merece estarlo.

Pero las alarmas en el Reino Unido no sólo se han activado por las declaraciones de Ramsbotham. Las cifras oficiales muestran que en los últimos cinco años se ha duplicado el número de menores encarcelados. En 1993 había en las prisiones de Inglaterra y Gales (Escocia tiene su propio régimen) 1.300 internos entre 15 y 17 años. El pasado año la cifra llegó hasta 2.400 jóvenes. Para el año 2002, Interior calcula que habrá unos 4.200. Actualmente, 4 de cada 5 menores reinciden en delinquir tras abandonar la prisión.Las cifras concuerdan con la firmeza del ministerio de Interior que, en su lucha contra la delincuencia juvenil, acaba de exhortar a los tribunales a que endurezcan las penas impuestas a los menores. Para evitar que reincidan, el Gobierno británico ha propuesto hacer públicos sus nombres. Según Jack Straw, titular de Interior, la vergüenza que ello debe causarle al infractor, hasta ahora mantenido en el anonimato en virtud de su edad, servirá para frenar a los demás.

Sin embargo, el relato de varios de los encerrados en Feltham ha abochornado al propio Straw. "Los colchones están cubiertos de manchas de sangre de tanto rascarnos la sarna. Las paredes de las celdas tienen restos de comida por todas partes y las duchas no funcionan la mayor parte del tiempo", explicó al inspector jefe Ramsbotham un muchacho de 16 años.

Otro grupo de jóvenes contó que los colchones, mantas y sábanas nuevos que había visto el inspector "llegaron poco antes de su visita y sólo porque íbamos a ser filmados para la televisión". Con todo, la mayor sorpresa la dio un chico que explicó, casi resignado, su rutina diaria. "No tengo nada que hacer. Si me deprimo, voy a ver al capellán y le pido que rece por mí. Duermo casi todo el día, como los demás". Ramsbotham se enfureció al comprobar que ninguno de los internos con problemas mentales o de drogadicción recibía ayuda. De los 922 reclusos del centro, 31 tienen 15 años.

"Cualquier programa de prevención de las drogas, lucha contra el absentismo escolar o ayuda a las familias pobres hace más por los menores que un centro donde son ignorados", criticó Helen Edwards, directora de NACRO, una de las asociaciones británicas dedicadas a reinsertar menores presos.

Pero el problema no sólo afecta a los centros públicos. La prisión privada para niños de 12 a 14 años de Mewday, en el sur de Inglaterra, ha resultado ser un fracaso sólo un año después de su publicitada apertura. 35 de sus trabajadores, una tercera parte del total, han dimitido a causa del centenar de agresiones que se han registrado en el centro.

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