Adiós al Palau
Durante toda su vida, la trayectoria humana, profesional y artística de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) ha estado ligada al Palau de la Música Catalana. La larga relación con la emblemática sala modernista, en la que ha actuado en régimen de alquiler durante 55 años, se cierra este fin de semana con un último concierto como inquilinos del Palau que los músicos de la OBC viven con sentimientos cruzados, entre la emoción de la despedida y la ilusión por su futuro en el Auditori. La banda sonora del concierto de despedida, hoy y mañana bajo la batuta de Alexander Lazarev, tiene completo color ruso: la Jota aragonesa, de Glinka; el tercer concierto para piano de Rachmáninov, con el estadounidense Barry Douglas como solista, que sustituye al cubano Horacio Gutiérrez, y la Sinfonía núm. 2 Pequeña Rusia, de Chaikovski. Un programa de excesiva brillantez y virtuosismo para una cita sentimental de alta intensidad, ya que a partir de ahora todas sus temporadas se desarrollarán en el Auditori de Barcelona, primera sede oficial del conjunto sinfónico barcelonés, fundado en 1944. Para el violinista Pere Serra, que ingresó en la orquesta en 1967, cuando el conjunto municipal adoptó el nombre de Orquestra Ciutat de Barcelona, los recuerdos vividos en el Palau durante más de 30 años bañarán el último concierto con una inevitable sensación de tristeza. "El nuevo Auditori nos llena de orgullo y ganamos mucho con el cambio, pero abandonar el Palau es cerrar un vínculo muy fuerte en nuestra historia", afirma Serra. Otros dos veteranos músicos del conjunto, el contrabajista Xabier Cubedo y el violinista Joan Olivé, comparten el sentimiento de nostalgia al abandonar el escenario de toda su trayectoria profesional "Los lazos afectivos con una sala tan hermosa como el Palau no se romperán nunca y, aunque ya no será lo mismo, volveremos siempre que nos inviten", dice Cubedo. "Ahora entramos en un período de readaptación en el que debemos acostumbrarnos a nuestra nueva casa, en la que por fin tenemos una acústica de lujo y los equipamientos necesarios para trabajar en condiciones", añade. Joan Olivé, que también lleva más de 30 años en la OBC, está convencido de que el domingo, mientras ofrezcan su último concierto, se dispararán los recuerdos de miles de horas de música en la bella sala modernista. "Estamos viviendo una semana de fuertes emociones ya que para los músicos de nuestra generación, hablar de música y del Palau ha sido siempre la misma cosa, es una sala que siempre llevaremos en el corazón". Uno de los músicos más jóvenes de la orquesta, el violinista Robert Tomàs, no oculta su alegría con el cambio de casa señalando razones profesionales -todos desean trabajar con los modernos equipamientos que ofrece el edificio creado- y estrictamente personales: "Perdemos el encanto arquitectónico del Palau, pero en el Auditori estaremos mucho mejor. Además, vivo al lado del Auditori, con todas las ventajas que tiene vivir al lado de tu trabajo". El trompetista Rodney Mack, que lleva dos temporadas como solista, y la percusionista Roxan Jurkevich, solista de timbales desde hace siete años, también están emocionados con la despedida, pero no ocultan su perplejidad por las prisas del cambio. "Los dos somos extranjeros y llegamos a Barcelona para trabajar en una orquesta sabiendo que no teníamos una sede en condiciones", comenta Roxan Jurkevich. "Lo que cuesta entender es como, después de esperar el nuevo auditorio durante tantos años, se ha inaugurado con tantas prisas, sin el tiempo necesario para que los músicos conociéramos el nuevo escenario y su acústica, casi sin ensayos para preparar el concierto inaugural". Quienes encuentran pocas razones nostálgicas a la hora de abandonar el Palau son los mozos de orquesta Josep Antoni García y Joan Lluís. "Es que pasamos de no tener nada a tenerlo todo. Las condiciones de trabajo para el personal de escenario en el Palau son tercermundistas, con los músicos que tienen que sacar hasta los estuches de los instrumentos al escenario porque no disponemos ni de una triste sala para guardar las partituras que se necesitan en cada concierto", afirma Josep Antoni García. "Llevo 13 años trabajando todos los días en el Palau, y en este tiempo ni siquiera hemos conseguido tener una línea de teléfonos para comunicarnos", señala con indignación García. "Hace unos años llegamos a utilizar un walkie-talkie para comunicarnos con las dependencias que ocupamos junto a la Via Laietana, donde tenemos el archivo de partituras, pero nos los prohibieron porque interferíamos las transmisiones de la policía". Para definir la absoluta carencia de equipamientos del Palau, los mozos de orquesta ponen como ejemplo la situación "inhumana" que han soportado cada vez que un ensayo de la OBC coincidía con la llegada de una orquesta invitada. "Es un verdadero caos por la falta de espacio, un campo de batalla con los músicos buscando desesperadamente un rincón para afinar los instrumentos", explica. "En el Auditori tendremos por fin el espacio necesario para relajarnos, para poder afinar los instrumentos sin molestar a los colegas", dice Rodney Mack. "Para muchos de nosotros, es vital tener una sala donde poder estudiar y ensayar, algo casi imposible en el Palau", señala Roxan Jurkevich.
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