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Dumas deja la presidencia del Constitucional francés tras ser investigado por corrupción

A la vista de las voces crecientes que reclamaban su dimisión y de la presión ejercida por sus propios compañeros en la más alta magistratura francesa, el procesado presidente del Consejo Constitucional, Roland Dumas, optó ayer por la prudente retirada táctica, anunciando que deja el cargo temporalmente, hasta que finalicen los procesos judiciales abiertos contra él. La trama urdida en torno a una escabrosa historia de sexo, mentiras y fabulosas comisiones por la venta de fragatas a Taiwan ofreció así un nuevo acto, pero el desenlace sigue siendo incierto.

Aunque la Constitución francesa no contempla este supuesto, el presidente del Consejo Constitucional, organismo equiparable al Tribunal Constitucional en otros países, ha decidido cogerse unas vacaciones indefinidas que le colocan al abrigo de las críticas de estar minando la credibilidad de la institución, sin renunciar al cargo y al tratamiento que conlleva."Cínico, grotesco, hipócrita", fueron algunos de los calificativos lanzados desde la clase política francesa, mientras El Elíseo (sede de la presidencia) y los despachos gubernamentales transmitían una indisimulada sensación de alivio. François Hollande, primer secretario del Partido Socialista, en el que milita Roland Dumas, abordó el asunto desde una actitud que sonó piadosa, dado que él fue uno de los primeros en plantear la necesidad de una retirada: "Era una decisión necesaria para que una institución esencial como el Consejo Constitucional pudiera recuperar la serenidad; es posible que ese paso debía de haber sido dado cuando empezó todo". El antiguo fiel ministro de François Mitterrand, hombre inteligente, encantador, brillante y, por encima de todo, impenitente seductor, ha quedado trastabillado por las declaraciones de una amante despechada que, después de haber pasado por la cárcel, descubrió que había sido un peón en un asunto de corrupción de Estado y que su poderoso amigo parecía decidido a dejarla en la estacada. "Una flor, una simple flor, dirigida anónimamente me habría bastado; yo habría sabido que era de Roland", explicó a uno de sus íntimos esta mujer. Sus recientes declaraciones a las jueces que dirigen la instrucción comprometen a Dumas infinitamente más que el ejercicio insinuante que ella misma desplegó en su libro La putain de la République. Christine Deviers-Joncour, que cobró 60 millones de francos (1.500 millones de pesetas) presuntamente por conseguir que Dumas, entonces ministro de Exteriores, diera su visto bueno a la venta de fragatas a Taiwan, ha venido a decir que parte del dinero estaba destinado al hoy presidente del Constitucional.

Sus palabras y dieron paso a la reapertura del sumario, y el vendaval de la sospecha ha terminado por derribar el muro de la presunción de inocencia que Dumas había construido inteligentemente en torno a sí mismo. Tras el inesperado dictamen en el que el Consejo Constitucional estableció que el presidente de la República sólo puede ser enjuiciado por la jurisdicción excepcional del Alto Tribunal de Justicia, que fue interpretado como un guiño a un Jacques Chirac puesto en apuros por la investigación de la financiación ilegal de su partido, la derecha francesa se sumó resueltamente a la petición de dimisión de Dumas.

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