Más de dos décadas en primera fila
Rosa Díez va a abandonar el pequeño, pero complicado, panorama político vasco y se va a adentrar en el fácil para perderse escenario europeo.Tras 22 años en la política activa de Euskadi -se afilió al PSE y a UGT en 1977-, la Ejecutiva Federal socialista ha decidido por unanimidad darle cierto descanso, aunque su capacidad de trabajo y su habilidad para estar en el centro del huracán hacen difícil imaginarse a esta vizcaína de 46 años de edad, casada y con dos hijos, en segundo plano.
A partir de junio, su discurso más rocoso, el que temen sus enemigos, y su imagen divertida, que ahora pone un tono de color en el monocorde gris y azul del Parlamento de Vitoria, pasearán por Estrasburgo.
Crítica e inconformista, leal con quien lo es, pero opositora y radical hasta la médula, es capaz de darle la vuelta a las situaciones más comprometidas. Fiel escudera de Ramón Jáuregui, convirtió el departamento de Turismo, una consejería sin futuro, en una máquina de hacer inversiones en el extranjero y en el mejor contrapeso a la imagen de terror que Euskadi exportaba al resto del mundo. El archiconocido lema Ven y cuéntalo para promocionar el turismo en Euskadi es el mejor resumen de su mandato.
Salió tocada del III Congreso del PSE, en el que Jáuregui dejó de pilotar el socialismo vasco, y en tres meses estuvo a punto de convertirse en la primera mujer candidata a lehendakari, pero perdió por pocos votos en las primarias contra su secretario general, Nicolás Redondo.
Se opuso con fuerza a la ruptura de la coalición de Gobierno con el PNV, cuestionando a quienes tomaron la decisión, en Madrid y Bilbao, y, sin embargo, su voz seguía siendo un referente del socialismo vasco.
Una líder que la pasada semana le dio un pequeño disgusto cuando su irónica demanda de observadores internacionales para las elecciones de junio se transformó en una petición formal de los nacionalistas a la ONU.
Aficionada a los dulces y lectora compulsiva de novelas policíacas, ha pasado por la Administración foral y autonómica. Ahora, en su nueva obligación, no sería de extrañar que convirtiera el altavoz europeo en el antídoto a la estrategia de los nacionalistas para internacionalizar Lizarra.
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