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FÚTBOL 27ª JORNADA DE LIGA

El Madrid desdeña la goleada

El equipo de Toshack funcionó con solidez durante una hora, pero al final volvió a sus viejos hábitos

Santiago Segurola

El Madrid tiró en la última media hora su convincente partido anterior. El equipo desestimó la posibilidad de la goleada, que parecía tan próxima como apetecible para la hinchada. La gente se quería dar un día de fiesta, la típica tarde madridista de otros tiempos, cuando los sufrimientos eran escasos y los goles abundantes. Pero esta temporada no hay manera. Por fas o por nefás, el Madrid no termina de dar una satisfacción. Esta vez desaprovechó una oportunidad evidente de darse un paseo militar frente a un rival que le ayudó cuanto pudo.Al final del encuentro quedó un aire de desaprobación, producido por la anarquía y la desidia que presidieron los últimos minutos. Si los jugadores del Madrid hubieran estado atentos al deseo del personal, habrían machacado al Extremadura. Pero el equipo se abandonó y entró en un periodo de desinterés que molestó a los aficionados. Sin embargo, hubo datos que permiten hablar de una mejora en el estado del Madrid. Durante una hora, hizo algunas cosas notables, por mucho que su adversario se las facilitara. Pero la debilidad del Extremadura no impide valorar ciertos progresos del equipo de Toshack.

REAL MADRID 2

EXTREMADURA 0Real Madrid: Illgner; Karembeu, Iván Campo, Hierro, Roberto Carlos; Seedorf (Jarni, m. 80), Redondo, Guti, Raúl; Suker (Morientes, m. 72) y Mijatovic (Sanchis, m. 62). Extremadura: Gaspercic; David, Kalla, Juanito, Félix (Óscar Montiel, m. 56); Belenguer, Toni Velamazán (Manuel, m. 79), Viaud, Expósito (Soto, m. 75); Gabrich y Duré. Goles: 1-0. M. 29. Raúl resuelve dentro del área tras un libre indirecto. 2-0. 52. Juanito, en propia puerta, desvía un centro de Roberto Carlos. Árbitro: Díaz Vega. Mostró cartulina amarilla a Redondo, Seedorf, Kalla y Juanito. Cerca de 70.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.

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Tiempo atrás, cualquier equipo llegaba al Bernabéu y metía al Madrid en problemas. No importaban nombres ni posiciones. Generalmente los partidos se rompían en el primer tiempo y derivaban hacia el descontrol. En esas circunstancias, no se necesitaban grandes cosas para comprometer al Madrid. A unos les bastaba el contragolpe, otros se beneficiaban de los descuidos defensivos locales, algunos sacaban rédito de rechaces o de centros al segundo palo.

Es decir, todo aquello que servía para considerar al Madrid como un conjunto mal preparado y distraído, pendiente de las ocurrencias de sus goleadores. Por lo tanto, los partidos se convertían en una moneda al aire, y nadie lo pasaba peor que un público poco acostumbrado a penar contra cualquiera.

Frente al Extremadura, el Madrid retomó un viejo argumento. Llevó el encuentro en una sola dirección: hacia la portería de Gaspercic. No hubo distracciones, ni errores apreciables, como no fuera la dificultad de Seedorf para superar a David por el costado derecho. A Seedorf se le vio apagado, sin chispa, incómodo en una posición que debería dominar por sus muchas cualidades. Pero esta vez se movió con pereza, hasta el punto de parecer un poco fondón, como si le sobrara algún kilo o le hubiera atacado la astenia primaveral.

El resto del equipo estuvo metido en harina durante una hora. De alguna manera, se recuperó una organización parecida a la de Capello, con algunos cambios de nombres en las demarcaciones. Karembeu actuó en el lugar de Panucci, y sólo por actitud le mejoró. Junto a Redondo se situó Guti, que no jugó ni bien, ni mal, sino todo lo contrario. Una tarde un poco insípida de Guti, a pesar de algún detalle de consideración. Raúl comenzó en la banda izquierda, como en los días de Capello. Eso significa más bien poco. Primero porque Raúl abandona con rapidez su sitio para buscar el área y sacar rendimiento a su instinto frente a la portería. Por cierto, así llegó el primer gol. En segundo lugar, la tendencia de Raúl a salirse de la órbita izquierda aclara el panorama a Roberto Carlos. El lateral brasileño es un futbolista de 100 metros. Necesita un gran espacio despejado para aprovechar su velocidad y sus incorporaciones por sorpresa. Si juega de carrilero, se ofusca. Si tiene delante un compañero (Jarni o Savio), se siente taponado. El caso es que Roberto Carlos participó en numerosas llegadas en el primer tiempo.

Pero lo fundamental de la estabilidad del Real Madrid -aparte la notoria incapacidad del Extremadura- fue su interés en no verse sorprendido. Su rival no llegó nunca, y eso es noticia en Chamartín. En buena medida se debió a la posición de la línea defensiva, más adelantada que de costumbre, y especialmente por la ubicación de Hierro, barómetro del equipo.

Cuando Hierro no se fía de su velocidad y se mete atrás, las líneas del equipo quedan desconectadas. Se abren espacios para cualquiera, y el Madrid se convierte en un equipo sufriente. Si Hierro decide aprovechar sus numerosas cualidades para colaborar con los mediocampistas, el Madrid funciona con más empaque. Juega más agrupado, dispone de un excelente pasador como Hierro para desplazar la pelota y el equipo termina por empotrar a sus adversarios contra el área. Es lo que sucedió contra el Extremadura.

Así las cosas, el partido se convirtió en un monólogo del Madrid. Se sucedieron las ocasiones, pero no se aprovecharon. Suker apenas dio señales de vida, y la actividad de Mijatovic resultó un poco gaseosa. Eso limitó la cuenta goleadora del Madrid. El Extremadura entendió el partido como un asunto de mera supervivencia. Pareció aliviado por la escasa renta que cobró el equipo de Toshack. Pero, por si acaso, colaboró en la victoria de los locales con un gol de Juanito en su portería. Tenía toda la pinta de los equipos que hacen lo posible por perder.

La torpeza del Madrid se observó después de ese tanto. En lugar de hincar el diente, se dio a la molicie. El partido se volvió atropellado y feo. Al público no le gustó la actitud final de su equipo. Demandaba goles y sólo recibió la vieja ración de anarquía.

Ahí perdió el Madrid la oportunidad de ganarse al personal y convertir el encuentro en una goleada, que era lo que objetivamente se podía esperar del encuentro.

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