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Ramón Saizarbitoria

Si una imagen vale mas que mil palabras, dos palabras de un escritor lúcido valen más que doscientas mil extraídas del intratable lenguaje de un político. (¿Por qué los políticos escriben tan poco?) Recientemente, en una entrevista periodística, Ramón Saizarbitoria (San Sebastián, 1944), resumía la situación real del escritor vasco en su elección por el idioma: Desaparecida la reivindicación social del euskera "sólo ha quedado lo que está entre el autor y el lector". El vértigo político del país se retrata en una frase de la misma entrevista: "Con lo que ha sucedido últimamente, siento que debo explicarme otra vez. Ya me dan ganas de hacer otra novela como Los pasos incontables". Ramón Saizarbitoria acaba de publicar su segunda novela escrita en castellano, Amor y guerra (Espasa), una rotura creativa respecto a Los pasos incontables (Alfaguara) y aunque sea de refilón, la decisión idiomática reclama el peaje del debate social. Seguramente la razón estriba en la segunda de sus afirmaciones: Todo va demasiado deprisa como para escombrar algunas polémica estériles. En cuestiones de comunicación (y la literatura lo es en el grado más estricto y más sublime), el idioma es el vehículo. En 1969, cuando publicó Egunero hasten delako (Lo que empieza cada día), Saizarbitoria era un nuevo escritor vasco en una lista demasiado escuálida. Cuando en 1976 se publicó (tras haber sido secuestrada dos años antes) Ehun metro (100 metros) y recibió el Premio de la Crítica por Ene Jesus, había alcanzado la condición de gran escritor vasco. Cuando se tradujo al castellano, alcanzó a la inmensa minoría. Con Los pasos incontables, un producto que requirió 17 años de elaboración, alcanzó el mundo y ensanchó el lugar que existe entre el autor y lector. Saizarbitoria es sociólogo de profesión y escritor de devoción. Trabaja como director del SIS, un centro de investigaciones apoyado en una fundaciòn y fue integrante del grupo Lur que englobaba entre otros Gabriel Aresti , Ibon Sarasola, Anjel Lertxundi o Arantxa Urretabizkaia. Todos ellos han profesado la fe con obras del euskera y cultivado las dos lenguas oficiales de la comunidad vasca. Una y otra en distintas épocas del acontecer vertiginoso de la sociedad vasca.y sin afanes excluyentes. De aquellos tiempos se le recuerdan la clandestinidad literaria (dos veces clandestina) en la publicación de libros, gracias a la labor encomiable del impresor Tomás Ellacuria, por la vía que fuere para acercar la realidad imposible. Se rescataron las memorias del Che Guevara, los trabajos de Tomás Meabe, mientras se ejercitaba la cratividad en euskera en busca de la reivindicación de la lengua vasca como vehículo cultural. El camino lo había abierto Gabriel Aresti, con notables dificultades sin perder un ápice de fortaleza en su producción.. Recientemente Bernardo Atxaga ha contribuído también a ampliar el auditorio entre el autor y el lector, sin detrimento de ninguna de sus versiones. Ingadar la realidad Ramon Saizarbitoria reconoce del euskera la familiaridad para expresar las emociones del mismo modo que permanece fiel a sus afinidades con los representante del nouveau roman, como Alain Robe-Grillet (autor de Les Gommes, Le voyeur o La Belle Captive) o Michel Butor (Passage de Milan, Le Génieu de Lieu o la ópera Notre Faust, entre otras), que compartían la visión minuciosa de la literatura con Claude Simon, Marguerite Duras o Nathalie Serraute. Algo quedó de todo aquello, aunque su cultivo se ha ido puliedo con el tiempo y hoy profesa actitudes no tan estrictas con el discurrir de las cosas y gusta de los asuntos más internos de la historia. Una evolución natural en un escritor que combina la permanencia física de la eterna juventud con la capacidad para indagar por igual en el esqueleto de las situaciones y de los personajes. Una actitud necesaria en la literatura que se produce en el País Vasco para escapar de los estrechos márgenes de la obsesió socio-polítíca, para rehuir la literatura cotidana que maneja más los manuales de sinónimos y metáforas que el diccionario de la lengua que corresponda. Saizarbitoria se mantiene fiel a su lengua habitual en la tarea creativa. La traducción hace el resto para que los árboles permitan ver el bosque, la inquietud de un observador que tiene a bien amigar la creatividad con los instrumentos.

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