Vidas cruzadas, vías repetidas
Marco Pantani y Jan Ullrich llevan dos caminos totalmente contrarios en su preparación
Pantani, desenfrenado; Ullrich, en la enfermería. El Pirata, asustando a sus potenciales rivales ya en marzo; el alemán, cuidando su salud y entrenándose en secreto en Mallorca. Los dos grandes rivales del pasado Tour, los dos mejores ciclistas de los últimos años, no hacen, sin embargo, nada diferente a lo que han hecho en temporadas pasadas. Cada uno sigue un camino de preparación hacia las grandes citas del año que antes de ellos siguieron otros corredores. Ninguno ha inventado nada. La única diferencia, lo que hace llamativo el asunto, es que ambos lo hacen de forma exagerada y que ambas formas coinciden en el tiempo. Son las vidas cruzadas de los dos grandes campeones del momento.El joven Jan Ullrich, de 25 años, hizo historia el año pasado cuando rompió con todas las normas de pasados campeones y se pasó el invierno comiendo. Llegó a pesar 18 kilos más de los que habituaba a tener cuando participaba en el Tour. La temporada fue una dura penitencia rigurosamente vigilada por todos los aficionados y concluida un triste y frío día de julio. Aquel día en el Galibier, Ullrich perdía nueve minutos y el Tour a manos de Pantani.
La historia no se repetirá, anunciaron y prometieron todos. Los dirigentes de su equipo, el Telekom, los técnicos, médicos y masajistas. No cometeremos los mismos errores. Pero un año después, el misterio Ullrich se ha acrecentado.
Se le ha visto poco (sólo ha disputado dos días de carerra: a principios de febrero dos etapas de la Vuelta a Mallorca) y aunque está claro que no ha engordado los 18 kilos del 98, sus escasas apariciones públicas han mostrado aún a un Ullrich gordito, con mofletes y tripa. Un Ullrich débil y febril. Ha sufrido al menos dos gripes y una infección dental que se intentó zanajar extrayéndole la muela del juicio.
Para evitar añadir al daño privado la injuria pública, los directores del Telekom han actuado sensatamente este año. Los aficionados que no comulgan con su forma de ejercer el ciclismo no se darán este año el gustazo de verle arrastrarse en el autobús de los sprinters como el año pasado. Ullrich suspendió su prevista participación en la Vuelta a Valencia, Murcia, la Tirreno-Adriático y la Milán-San Remo. Hasta que no reaparezca (a partir del miércoles en el GP Telecom de Portugal), sólo podrán verle entrenarse los turistas de Mallorca: en la isla balear (su habitual refugio invernal) se ha concentrado, junto al equipo amateur del Telekom y su entrenador-gurú Pter Becker. Acumulando kilómetros perderá grasas, ganará volumen y se preparará para la intensidad del Tour. Su promesa de que las clásicas de primavera estaban en su mente, para el año 2000.
Paralelamente, las evoluciones de Marco Pantani han tenido un efecto devastador en la moral de sus rivales en el próximo Giro. Las huestes escaladoras españolas (Jiménez, Blanco, Heras), francesas (Virenque), italianas (Guerini, Gotti, Piepoli) se preparan para pegarse por la segunda plaza del Giro más montañoso de los últimos tiempos. En sólo 11 días de competición, el Pirata les ha mostrado que era posible incluso mejorar respecto a su mágico 1998.
Pantani, de 29 años, es un artista ha alcanzado la madurez y el dominio de su arte. Un maestro en la cima de su carrera. Conoce su cuerpo a la perfección y no precisa del ejército de médicos, entrenadores, encargados de prensa y dietistas que rodean y protegen a Ullrich. Él cuenta que su preparación es puramente empírica, con métodos fruto de sus muchos años de oficio. Y así, llega la Vuelta a Murcia y no sólo gana la etapa reina, algo que ya había hecho otros años, sino que sorprende y asusta por su gran estilo de contrarrelojista, de gran ciclista. Gana también la general murciana y, discretamente se retira a sus cuarteles italianos. El primer golpe ya está dado. El edificio del Giro, su primer desafío del año, empieza a tomar forma.
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