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Ceremonias

DE PASADAEntre las cruces de esta existencia sociable está la de soportar las ceremonias de entrega de medallas, premios y honoris causa por el estilo que, no se sabe por qué, suelen resultar una plasta. La gala Medallas Ateneo de Málaga -que estaban muy bien dadas- no rompió la tradición levítica. La presentó en el Antiguo Conservatorio María Cristina Domi del Postigo, quien tuvo el handicap de ser amigo-espónsor de premiados, glosadores y ausentes como Braulio Medel o Celia Villalobos, a cuyo escaqueo edílico le echó Domi un capotazo. No sorprenda tanta amistad: Domi es del tipo cariñoso. Pero esa noche pesó, porque lo que pudo ser entremés derivó en auto sacramental de tantos lazos que recordó el presentador. María Barranco salió elegante y en tres minutos quedó plenti de la Butibamba, voz local que significa guay. Dedicó la medalla a su madre enferma, dijo sentirse "como El Cautivo" en su tierra y se trajo a su amiga Cristina Almeida de presentadora para recordar donde tiene la izquierda. El jurista Jiménez Villarejo largó la cursilada de la noche al decir que se estaba haciendo viejo con la expresión "los que ya nos acercamos al umbral emblemático de la senectud". Cabales estuvieron los escritores Antonio Soler y Pérez Estrada: presentador y premiado hablaron naturales, tiraron de ironía, reconocieron deudas y no se empalmaron de malagueñismo. Con Teresa Zabell que, como diría Chiquito, gasta más medallas que un secadero de salchichones, la glosa se puso de forja de rebelde sin beca: "Una voz liberal en el difícil y machista mundo del deporte", dijo de ella Luis Merino. El sabio Manuel Rodríguez Delgado predijo, y convencido, que el siglo XXI sería el "de los valores humanos" y que la ciencia debía buscar la felicidad, la libertad y el amor además de nuevas tecnologías y otras cosas materiales. Las trabajadoras de la casa de acogida de mujeres y niños maltratados de Málaga dieron la cara y explicaron lo que hacían. Su prolijidad desesperó a un público que había ido a tirarse el moco no a concienciarse. Cuando en representación de las nueve, Luisa Vico aseguró que cualquier mujer había sido agredida de una u otra forma en algún momento, la grey gruñó. Justo antes, Del Postigo había presentado a Carmen Olmedo, masca del Instituto Andaluz de la Mujer, con un "se puede luchar por las mujeres y ser guapa y femenina". Olmedo lo encajó como pudo. Ahí la sala no se inmutó. HÉCTOR MÁRQUEZ

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