Las euroelecciones

Don Jordi Borja, en un artículo excelente (EL PAÍS, 22 de febrero), se queja de la actitud acrítica de la izquierda europea frente a ese monstruo institucional e incontrolable en que ha convertido la Unión Europea los últimos tratados (Maastricht y Amsterdam). Y dice no entender "cómo no hay movimientos cívicos o sociales que propugnen la abstención o el voto en blanco en las elecciones al Parlamento Europeo". Desearía informarle al autor que, aunque no salgan en los periódicos ni tengan apenas recursos, sí hay movimientos cívicos y sociales críticos con la UE, con Maastricht y con Amsterdam, a nivel nacional y europeo. Están, por ejemplo, la Red Europea de Mujeres por una Europa Diferente, o las Plataformas Anti-Maastricht, o el Movimiento Ciudadano Europeo, y las 50.000 personas que se manifestaron en Amsterdam hace dos años, entre otros. Y algunos de esos movimientos sí han discutido alternativas al mero borreguismo euroelectoral del próximo junio. El problema, señor Borja, es que, mientras los votos críticos (abstenciones, nulos y blancos) no sean reconocidos democráticamente como votos válidos (y, por tanto, transformables en escaños... vacíos), esos votos no cuentan. Y eso conviene enormemente a los partidos convencionales, porque les permite duplicar o triplicar sus escaños... a costa de la gente que no hemos querido votarles. De todas formas, estoy de acuerdo en que, mientras esto no cambie, lo único decente el próximo 13 de junio es una papeleta en blanco en las euroelecciones.-