El Cabanyal
La oposición viene acusando injustamente a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, de desgobierno, de no hacer nada. La crítica es absolutamente incierta como se demostrará hoy con la aprobación por el pleno del Ayuntamiento del llamado plan especial de protección y reforma interior del Cabanyal-Canyamelar. La alcaldesa, los concejales del PP y los tránsfugas asimilados de UV rubricarán hoy el plan para eliminar 1.651 viviendas y actuar sobre 300.000 de los 678.000 metros cuadrados de extensión del barrio. Una buena parte del arte del bien hablar, decía Erasmo, consiste en saber mentir con gracia. La alcaldesa, que tiene una enorme facilidad para hablar y deslizar en la opinión pública medias verdades, se ha dedicado a vender este proyecto como la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez. Algo que si bien no puede catalogarse de absoluta mentira, es, cuando menos, de una notable imprecisión. Porque el bodrio que hoy se aprueba no es prolongar una avenida que tiene 100 metros de anchura, sino abrir a partir de ella otra que sólo tendrá 48 metros y que además no continuará la línea actual. A partir de esas engañosas premisas todo el debate urbanístico planteado por Barberá es tan falso como las farolas de época y los chirimbolos de plástico que instala por la ciudad. El falseamiento no se limita a los trazados de la avenida. Para justificar sus planes, Barberá ha recurrido como argumento de autoridad al mismísimo don Vicente Blasco Ibáñez. Sin embargo, y aún dando por buena una autoridad cuanto menos discutible, una cosa es lo que dice Barberá y otra lo que Blasco dejó escrito. En 1901, con motivo de las elecciones municipales, Blasco lanza un manifiesto que con el título La revolución en Valencia propugna una serie de reformas urbanas. "Es conveniente", dice, "llevar a cabo el proyecto del boulevard desde el antiguo jardín del Real a los poblados marítimos. Valencia tendría un nuevo paseo, una verdadera calle moderna, semejante a la avenida del Parque de Bolonia en París o a la Castellana de Madrid, y la parte más extrema del Cabanyal se uniría a la ciudad por un camino más corto". La imprecisión de Barberá es pues notable. Blasco habla de paseo entre los Viveros y los poblados marítimos y lo reitera con la referencia a unir la ciudad con la parte -nótese- "más extrema" del Cabanyal. Y además el líder republicano lo dice en 1901, cuando aún no se había configurado el barrio que hoy conocemos ni en extensión, ni en su trama urbanística, ni en el modernismo popular de muchas casas que aún tardarían bastantes años en construirse. Los poblados marítimos eran entonces un conjunto de barracas insalubres rodeadas de lodazales y acequias en las que se lavaban niños, ropas, vajillas y animales. Es ante ese estado de cosas contra lo que levanta su voz el político de principios de siglo. En el Cabanyal hay también hoy algunas zonas por sanear, pero para ello no se necesitarían grandes operaciones quirúrgicas. Basta darse un paseo. Que la alcaldesa dé por sentado que para invertir en la rehabilitación haya que abrir el barrio en canal es otro falseamiento de la realidad. Y lo que es peor, suena a chantaje a aquellos otros habitantes del barrio que, sólo en principio, no se verían directamente afectados por una operación que, cada vez más, parece un expolio en favor de los señores del cemento.
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