Tribuna

Una oportunidad para Europa

Tratando de aportar un granito, quizá de maíz, al debate sobre las biotecnologías, habría que señalar que ofrecen un potencial amplísimo para la innovación en todos los campos de las ciencias de la vida, principalmente en el sector de la salud, en el campo agroalimentario y el medioambiental. Están desarrollando un mercado europeo de servicios y productos biotecnológicos que se estima cercano a los 250.000 millones de euros (41,5 billones de pesetas) para el año 2005. Este mercado está teniendo un alto incremento tanto en la inversión de capitales como en el número de compañías que se financia...

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Tratando de aportar un granito, quizá de maíz, al debate sobre las biotecnologías, habría que señalar que ofrecen un potencial amplísimo para la innovación en todos los campos de las ciencias de la vida, principalmente en el sector de la salud, en el campo agroalimentario y el medioambiental. Están desarrollando un mercado europeo de servicios y productos biotecnológicos que se estima cercano a los 250.000 millones de euros (41,5 billones de pesetas) para el año 2005. Este mercado está teniendo un alto incremento tanto en la inversión de capitales como en el número de compañías que se financian a través de mercados financieros secundarios.La revolución biotecnológica ha permitido que las técnicas desarrolladas ya estén maduras y nos encontremos actualmente en un mercado emergente que empieza a capitalizar sus primeros productos y servicios.

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Más de 20.000 ensayos de campo autorizados se hacen en Europa con 60 especies de plantas transgénicas, al tiempo que el tabaco, tres tipos de colza, soja (importación y procesado) y cuatro tipos de maíz ya tienen la autorización para comercializarse.

En EEUU, en donde se desarrollan más del 70% de los ensayos de campo en el mundo, hay en fase de comercialización más de 30 plantas transgénicas y se cultivan 40 millones de hectáreas (principalmente de maíz, soja y algodón). Por otro lado, el número de hectáreas dedicadas a las cosechas transgénicas en Argentina, Canadá, México y Australia se ha multiplicado por diez entre 1996 y 1997.

Ante este ritmo vertiginoso, las Administraciones públicas están tratando de adaptarse y tienen ante sí un doble reto: crear las condiciones para que el desarrollo regulado (y por tanto seguro) de la biotecnología sea un instrumento que mejore las condiciones de vida de los ciudadanos, y que sea comprendida en su globalidad, como cualquier nueva tecnología, con sus ventajas e inconvenientes.

En este sentido, mientras que en el primer punto se ha avanzado mucho y la regulación que existe actualmente sobre la biotecnología, en mi opinión, es rigurosa y garantiza unos niveles de seguridad aceptables, en el segundo punto queda todavía mucho camino por recorrer y puede que se esté perdiendo la oportunidad de construir un debate coherente y participativo. Por tanto, parece necesario promover un escenario adecuado que permita mejorar el conocimiento de los ciudadanos sobre los avances científico-técnicos de la biotecnología, así como la aportación de una información objetiva y transparente sobre sus beneficios y riesgos. A pesar de ello, en nuestro país son escasas las iniciativas, tanto del lado público como del privado en este sentido.

Por otro lado, el desarrollo del sector biotecnológico en Europa está permitiendo la creación de empresa. Las expectativas de crecimiento laboral son importantes: se estima que, para el 2005, el mercado de los servicios y productos pueda dar empleo a tres millones de personas. Conseguir explotar de forma sostenible este potencial es uno de los retos que tiene Europa en el próximo siglo. Para ello es necesario, entre otras muchas cosas, informar de manera transparente a la sociedad sobre los beneficios y riesgos que para ella representa.

Francisco Bas Maestre es consultor senior de Socintec.

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