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Inglaterra cada vez pierde más terreno

La derrota ante Francia abunda en los problemas de una selección sin identidad

Santiago Segurola

La derrota frente a Francia (0-2) ha profundizado en la crisis que afecta a la selección inglesa desde hace varios años. Sin identidad, con jugadores demasiado veteranos en algunas líneas, dominada en todos los aspectos por el actual campeón del mundo, Inglaterra se pregunta por los motivos de la nueva frustración. Toda la crítica coincidió ayer en señalar la superioridad de Francia. En lo táctico y en lo técnico. Con un dato añadido que resulta todavía más doloroso para los ingleses. Anelka, el joven delantero francés del Arsenal, fue el autor de los dos goles, confirmando que la sangre extranjera ha sido decisiva en la renovación de los equipos británicos. Pero la selección inglesa no ha conseguido beneficiarse de los progresos de sus clubes. En un fútbol donde las principales estrellas son Dennis Bergkamp (Holanda), Nicolás Anelka (Holanda), Marc Overmars (Holanda), Gianfranco Zola (Italia), Marcel Desailly (Francia) o Frank Leboeuf (Francia), a la selección le faltan jugadores de garantía para competir con los mejores equipos del planeta.La tendencia a la simplificación resulta habitual en los círculos futbolísticos ingleses. Si el Arsenal se distingue por su impermeabilidad, se supone que es gracias a la sabiduria de sus defensas. Tres de ellos (Lee Dixon, Tony Adams y Martin Keown) actuaron como titulares ante Francia. Su media de edad supera los 32 años, y sus carencias volvieron a manifestarse cuando no se vieron protegidos por el sistema y por los jugadores que tiene el Arsenal, equipo entrenado por un francés (Arsene Wenger), sostenido defensivamente por dos franceses (Petit y Vieira) y alimentado por los goles y la categoría de dos holandeses (Bergkamp y Overmars) y un francés (Anelka).

Aunque Owen y Beckham son capaces de competir con cualquier estrella mundial en sus puestos (McManaman ni siquiera fue convocado), la mayoría de los internacionales ingleses no resiste una comparación frente a los jugadores consagrados de otras selecciones. En unos casos se trata de futbolistas mediocres, como Graeme Le Saux o Jason Wilcox, en otros de jugadores sobrevalorados por la prensa, como Paul Ince o Anderton. El caso es que más de la mitad de la selección inglesa no alcanza el nivel exigible para medirse con las grandes potencias mundiales.

A la falta de calidad se añade la indefinición del juego. La selección inglesa se ha convertido en un magma donde conviven las viejas tendencias (reflejadas en jugadores como Dixon, Keown, Adams, Le Saux, Ince o Shearer) con fútbolistas de corte contemporáneo, como Beckham o Owen. En cualquier caso, la mezcla no funciona. No hay un estilo definido, ni un entrenador capaz de establecer un rasgo apreciable en el juego. Por si los problemas estrictamente deportivos fueran pocos, la reciente destitución de Glenn Hoddle ha provocado un fuerte sentimiento de frustración, como si el equipo inglés fuera una constante fuente de conflictos, bien por la intemperancia de los jugadores (casos de Gascoigne, Sheringham o Ince recientemente) o por los problemas en los que se han visto envueltos sus últimos seleccionadores, Terry Venables y Glenn Hoddle. En estas circunstancias, Inglaterra es víctima de su falta de adecuación a los tiempos que corren y al clima de conflicto permanente que rodea a una selección que sigue perdiendo terreno frente a los grandes del concierto mundial.

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