"Plazas grandes, pisos pequeños"
En una de las paredes de la calle de Sant Pau, justo donde arranca la nueva rambla del Raval, se lee en una pintada: "Plazas grandes, pisos pequeños". "Sí, pero nuevos y con ascensor", replica una de las vecinas reubicadas por el Plan Central del Raval. Hasta hace tres años, esta mujer vivía en Sant Pau en un sexto piso sin ascensor: "Tú verás lo que es subir todo esto a pulso", explica con una cesta de la compra en cada mano. Lo cuenta en el portal de su casa, uno de los edificios nuevos de la calle de Sant Oleguer: "Sí, son pequeños, pero los otros también lo eran y, además, viejos". Esta vecina no tiene ninguna duda de que ha salido ganando con el cambio, por lo menos, en cuanto a la vivienda. Otra cosa es cuando se pregunta a los vecinos sobre la seguridad del barrio. En este asunto hay más disparidad de opiniones. Vecinos que llevan muchos años en el barrio muestran una cierta decepción, no tanto por el resultado urbanístico como por las expectativas de cambio social que se habían hecho. Y algunos expresan cierto rechazo hacia el creciente número de inmigrantes. "Dentro de cinco años, la mayor parte del barrio estará controlada por paquistaníes y marroquíes, y los de aquí no contaremos para nada", lamenta un tendero. No es el único en recelar sobre la creciente actividad comercial de los inmigrantes: "A ellos les dejan hacer lo que quieren y a nosotros nos tienen fritos", agrega otro. "No es cierto", replica desde el distrito de Ciutat Vella el concejal Joan Fuster. "Todos están sujetos a las mismas normas para iniciar una actividad. Es un discurso que esconde otra actitud, que roza el racismo", insiste Fuster. El concejal subraya que la reforma, que ha supuesto una inversión pública de 46.000 millones de pesetas entre 1988 y 1997, revitalizará una zona históricamente muy degradada y mejorará la calidad de vida. Pep García, dirigente vecinal de El Raval, no es tan radical como algunos vecinos, pero tampoco esconde las críticas a la forma de ejecutar la reforma urbanística ni a los efectos que ha originado. "Por ejemplo, la reubicación de las personas afectadas por los derribos ha ocasionado fracturas en lo que eran las comunidades. Es muy distinto vivir en la misma escalera que en bloques situados en calles diferentes. La reforma ha separado a tantas familias que se han roto los vínculos", puntualiza. García observa que algunos de los nuevos espacios todavía no son muy frecuentados por los vecinos. El dirigente vecinal apostilla que esperaba más de la reforma: "Ya veremos qué pasa dentro de unos años, porque la calidad de las nuevas viviendas deja mucho que desear".
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