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"Olés" en tierra de "irrintzis"

Grandes teatros, pequeños bares y salas de conciertos del País Vasco están apostando en los últimos tiempos por programar de forma regular actuaciones de artistas flamencos. El buen momento que vive el género a nivel estatal, con programas especializados en radio y televisión y coleccionables en los quioscos, está teniendo una significativa repercusión en Euskadi, y esto se traduce en que ya no sólo se hable de jotas, zortzikos, aurreskus, porrusaldas y arin arin. El público vasco cada vez está más acostumbrado a degustar, o cuando menos ver anunciados, programas ricos en sevillanas, bulerías, seguiriyas, tarantos, tientos, alegrías y soleás. Aunque casi se ven más gafas a lo Martirio que txapelas, es cierto que ni la Gran Vía bilbaína, ni el Boulevard donostiarra, ni la calle Dato de Vitoria se han visto invadidas por peinetas, sombreros cordobeses, camisas de chorreras y batas de cola. Sin embargo, empieza a ser rara la semana que los aficionados vascos al flamenco, que los hay, no disponen de una puesta en escena con la que satisfacer su gusto. Pero el auténtico avance está en que la oferta no se limita únicamente a ciclos especializados con calendario preestablecido, como son los actuales Viernes Flamencos del Teatro Barakaldo; su extensión al Teatro Federico García Lorca de Vitoria, donde se desarrolla el programa Flamenco Siglo XXI; los Encuentros Flamencos del Arriola Kultur Aretoa de Elorrio, y las habituales Noches Flamencas del Teatro Arriaga de Bilbao. En la actualidad, cantaores, bailaores, maestros del toque y valores del llamado nuevo flamenco visitan también escenarios que horas antes han sido ocupados por estruendosos grupos de metal y punk rock, recuperadores de la tradición musical vasca u otro tipo de formaciones entregadas a la música más juvenil. El flamenco ha salido del gueto y se está integrando en la programación cultural de la comunidad. A nadie le extraña ya que este fin de semana los sevillanos Mártires del Compás hayan actuado en la sala Tunk! de Irún, ni llama la atención el hecho de que el cantaor Enrique Morente vaya a evocar, dentro de tres semanas, a Lorca y a Leonard Cohen en el Kafe Antzokia de Bilbao, ni que el Nuevo Ballet Español de Ángel Rojo y Carlos Rodríguez tenga previsto terminar el mes visitando, con su espectáculo Flamenco directo, las localidades de Amorebieta, Elorrio, Durango y Eibar. Es de suponer que las salas de conciertos, y más las privadas, atienden a razones de empresa a la hora de confeccionar su programación, y ahí es donde surgen motivos para pensar que existe una incipiente moda en torno al género jondo. Sin embargo, los responsables de los distintos ciclos flamencos, debido a la impresión de falta de sustancia y al carácter efímero que lleva implícita, son poco amigos de utilizar la dichosa palabreja. "Yo no le llamaría moda. O lo que es lo mismo, yo no quisiera que fuera una moda. Creo que lo que se está produciendo, sin ser una locura, es una labor de sedimentación", afirma Edilberto Fernández, responsable de los Viernes Flamencos. Una manía En parecidos términos se expresa Iñaki Larrañaga, coordinador de la sala Arriola: "Hay un auge. Puede que sea una moda o de verdad una cosa que a la gente le interesa y que hasta ahora, por desconocimiento, no ha podido disfrutar. Acabamos de empezar y la gente está respondiendo. Pienso que al principio puede ser una moda, pero creo que la cosa va cogiendo madurez. De hecho, hay un público. No es una manía o un rollo nuestro, existe un público potencial, lo que ocurre es que no han tenido oportunidad de vivir esas experiencias". "En el Arriola nos planteamos el objetivo de dar a conocer las músicas de otras regiones o, incluso, de otras nacionalidades. Exponer lo que existe en otras culturas. No incidir solamente en el folclor de aquí, sino también en el exterior. Aquí hay un mestizaje de gentes y creo que es bonito saber también lo que hacen los demás y cómo lo hacen. Aparte, el flamenco es una cosa con mucho poderío, mucha tradición, mucha alegría, y aquí resulta", explica Larrañaga apuntando finalmente los motivos de su aceptación y justificando la adición del flamenco a una programación que, tradicionalmente, ha girado en torno a la música tradicional vasca, el rock, la música clásica, el blues y el jazz.

Mezcla de públicos

En cuanto al público que acude a las actuaciones, los distintos promotores coinciden en destacar su madurez y la armoniosa mezcla de payos y gitanos. Concretamente, en el Teatro Barakaldo se observa la asistencia de dos tipos de espectadores: el habitual o incondicional del flamenco y aquellas personas que no faltan a otros ciclos (folk, nuevas músicas, etcétera). "Esta ósmosis de público me parece un fenómeno típico de final de siglo. Supongo que será todavía más de comienzo del siguiente milenio, y me parece muy positivo. Está muy bien que se rompan barreras", sentencia el programador Edilberto Fernández. El proceso de paulatina globalización que experimenta el mundo en todo ámbito y escala ha llegado también a Euskadi y, poco a poco, se van eliminando prejuicios. "Estamos un poco sorpendidos. No sólo la gente andaluza, sino también la gente de aquí, del País Vasco, está interesada en el tema. Gente que habitualmente no va al teatro, incluso gitanos", concluye Iñaki Larrañaga, coordinador del Arriola Kultur Aretoa.

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