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Los presos británicos estrenan chip

30.000 reclusos cumplirán el final de la condena en sus casas controlados por una pulsera electrónica

Isabel Ferrer

Los delincuentes británicos acaban de ver realizado el sueño de cualquier preso, salir a la calle antes de cumplir toda la condena. Un brazalete electrónico lo ha hecho posible. Esta pulsera, que se lleva oculta bajo la manga o en la pernera del pantalón, es en realidad un transmisor personal que permite a las autoridades penitenciarias vigilar al elegido. Un centenar de presidiarios ha recobrado ya la libertad y otros 150 serán devueltos a su hogar el próximo lunes. El Ministerio del Interior, patrocinador de la idea, asegura que facilitará su reinserción social y piensa redimir así a 30.000 reclusos anualmente. Por ahora, sólo unos pocos han preferido la celda a seguir arrastrando "la cadena y la bola de plomo", por livianas que éstas sean.La nueva forma de custodia a domicilio descansa sobre un principio tan clásico como el toque de queda. Apoyado por la tecnología más avanzada, y de la mano de la industria privada, el Gobierno laborista espera que el recluso permanezca en su domicilio entre la siete de la tarde y las siete de la mañana. Al comenzar tan temprano, no sólo evitará los pubs y la bebida como única actividad social; además, sabiendo que no está en la calle, sus vecinos podrán dormir tranquilos.

Mientras el barrio descansa confiado, comienza para las empresas de seguridad asociadas al nuevo plan una actividad febril. A Simon Hart, por ejemplo, un limpiador de cristales que cumplía una condena de 15 meses de cárcel por posesión de hachís, lo vigilará GSSC of Europe. Encargada de la zona sur de Inglaterra, estará pendiente de él, que reside en Berkshire. Como el resto de los presos seleccionados, a Hart le quedaba por cumplir una pequeña parte de la sentencia, dos meses. Las normas estipuladas por Interior sólo aceptan como candidatos a los que pasarán, como máximo, cuatro años encerrados. La recta final de la reclusión, entre dos semanas y dos meses, pueden disfrutarla como ciudadanos casi libres.

Así precisamente se sentía Simon Hart cuando saludó con una tímida sonrisa a los fotógrafos que le esperaban el pasado jueves a la puerta de High Down, el penal de Surrey donde ha permanecido más de un año. "Todo es un poco raro porque aún estoy atado a una obligación, pero ansiaba recobrar mi libertad", dijo segundos antes de desaparecer en el coche de su hermano. Hart tenía ya una oferta de empleo y su familia le ha apoyado en todo momento. Ambas cosas le harán más llevadera la carga de una argolla electrónica sumergible y con la que puede incluso nadar en una piscina. "A lo mejor lo hago. No me importa si alguien la ve", añadió camino de una fiesta íntima para celebrar su vuelta.

La pulsera no entorpece las actividades diurnas de los liberados. Las noches son otra cosa. Al dar las siete, se pone en marcha un sistema de señales emitidas por el transmisor personal y que son recibidas, por vía telefónica, por un ordenador central. Securicor y Premier Monitoring Services, las otras dos empresas contratadas por Interior, comprueban con ello la vuelta al hogar de sus clientes más singulares. De haber interferencias o bien si el equipo sufre daños, éstos pueden incluso ser devueltos a los tribunales. Una salida rápida para hablar con un vecino puede ser banal, pero la pérdida de la señal debe ser explicada sin tardanza. A las siete de la mañana se produce la desconexión, y vuelta a empezar.

Tal vez la mayor novedad de esta vigilancia casera sea el apartado dedicado a los menores de edad. Los tribunales pueden proponerla para los delincuentes a partir de los 10 años. Un caso de vandalismo o bien de agresiones faculta para quedarse en el hogar, a la fuerza, hasta 12 horas consecutivas. Aunque todavía es pronto para hablar de éxito, nadie hasta ahora, ha quebrantado el toque de queda.

Varios de los reclusos seleccionados por el propio servicio británico de prisiones han preferido coronar entre rejas su condena. No se fían de sí mismos y temen volver a reincidir o desbaratar su buena suerte dañando el material electrónico. "Otros llevan tanto tiempo dentro que les será muy difícil regresar a la vida normal. La falta de una vivienda decente fuera también ha frenado algunas salidas", según Harry Fletcher, miembro de la Asociación Nacional de Libertad Condicional. Simon Hart dijo que no le importaba quedarse viendo la televisión. Dentro de pocos meses sabrá si la casa se le vino encima al resto de sus compañeros de fatigas electrónicas.

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