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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rectificaciones

EN VÍSPERAS del congreso de su partido, Aznar ha escenificado una rectificación de bastante calado al admitir la necesidad de un acercamiento a los socialistas para hacer frente al desafío que plantean los nacionalistas vascos con su apoyo a la Asamblea de Municipios propuesta por HB. Es algo que los líderes socialistas venían planteando desde hace meses como el único recurso para recuperar la iniciativa política.El PNV ha podido gobernar sin oposición merced a la combinación de su pacto con los socialistas en Vitoria y con el PP en Madrid. A finales de 1986, cuando el PSOE amenazó con retirarse del Gobierno de Vitoria, los populares vascos se ofrecieron para ocupar su lugar. Y poco después, cuando los socialistas se mostraron reticentes a votar la renovación del cupo, Iturgaiz recomendó al lehendakari que los expulsase del Gobierno y convocase elecciones. Esa actitud (y sus réplicas igualmente sectarias) ha impedido a ambos partidos contrapesar con la fuerza de sus votos la creciente arrogancia nacionalista. Es lo que ahora parece querer rectificarse.

En ausencia de una oposición solvente, el PNV ha podido romper el consenso de Ajuria Enea sin peligro de perder el Gobierno. Esa radicalización es bastante artificiosa, porque el peso electoral conjunto del nacionalismo no ha dejado de reducirse: del 67% de 1986 al 54% de octubre pasado. Contra lo que dicen los nacionalistas, no es la Constitución lo que impide plasmar su programa máximo, sino el pluralismo de la sociedad vasca. La proyectada Asamblea de Municipios no sólo resultaría escasamente representativa de la opinión de los navarros (16% de voto nacionalista) y vascos franceses (5,5%), sino que dejaría fuera a partidos que representan a casi la mitad de la población con derecho a voto de la actual comunidad vasca.

A diferencia de lo ocurrido otras veces, el rechazo unánime por parte de partidos constitucionalistas, asociaciones de víctimas y medios de comunicación de provocaciones como la designación de Josu Ternera como miembro de la Comisión de Derechos Humanos, o de iniciativas como la Asamblea de Municipios, ha hecho rectificar al PNV, temeroso de que aflore el descontento interno en sus propias filas: ahora resta importancia a la asamblea y dice que no cuestiona el marco autonómico. Incluso HB ha tenido que matizar para evitar la ruptura del frente nacionalista.

Todo ello revela que la claudicación no es la única política posible. Ayer mismo, al inicio de la ronda de conversaciones del lehendakari, el representante de Unidad Alavesa hizo saber a Ibarretxe que su partido no se sentará con las fuerzas que no asuman los principios de Ajuria Enea. Los partidos constitucionalistas tienen al menos el mismo derecho que los nacionalistas a defender sus puntos de vista a compartir estrategias.

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