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Reportaje:

El último secreto de Mata-Hari

El espionaje británico revela datos sobre la bailarina fusilada en Francia por pasar información a los alemanes

El mito, la fantasía y hasta la paranoia de los tiempos de grandes secretos y grandes conflictos, comenzaron ayer a desmoronarse con la apertura en Londres de los archivos del servicio de espionaje británico MI5. Las colas en la Public Record Office, en Kew, eran impresionantes, sobre todo aquellas formadas por estudiosos y curiosos fascinados por una de las más enigmáticas figuras de la antiquísima y rocambolesca profesión, Mata-Hari, la exótica bailarina que se pasó la Primera Guerra Mundial seduciendo a militares de cierto rango para pasar información confidencial a funcionarios y militares alemanes, belgas y británicos en susurros de alcoba. Vestida de negro, con un sombrero de ala ancha y botas, momentos antes de que un pelotón de fusilamiento del Ejército francés acabara con las andanzas de esta mujer el 15 de octubre de 1917, Mata-Hari (su verdadero nombre era Margarita Zelle) levantó un brazo para despedirse coquetamente de los soldados que pusieron estruendoso fin a su azarosa existencia. La Zelle no sólo combinaba misterio y seducción, sino que con sus bailes hipnotizaba a la audiencia y no exclusivamente por el hecho de que se arropaba de culebras vivas, un espectáculo que sin duda excitaba a generales, coroneles y capitanes de la época. En las cajas de documentos que por ley el Gobierno británico ha puesto a disposición del público, hay un tesoro para los nostálgicos del espionaje en tiempos en que no existían satélites ni Internet. Es una colección, considerable en volumen, de observaciones, anotaciones, documentos secretos e historias escritas con tinta invisible. En suma, retratos en sepia de una era de capa y espada en la que los agentes del MI5 recurrían a un código telegráfico para describir a una huérfana holandesa, alta, atractiva, de gran cabellera rebelde que un buen día de diciembre de 1915 apareció en el bucólico pueblo de Folkestone tras una breve estadía en un hotel de Madrid.Sin embargo, hasta el momento no se han encontrado pruebas concluyentes de las actividades de espionaje de Mata-Hari a pesar de la gran cantidad de datos sobre sus movimientos, contactos y pertenencias atesorados por el MI5, según reconoció la Public Record Office a Reuters. El profesor de Cambridge Christopher Andrew, un especialista en la época, cree, tras ver los archivos del servicio secreto británico, que Mata-Hari era una agente de fantasía, una mujer que se dejó seducir por "el glamour de la idea de que era una espía", declaró ayer a The Times.

"La tez es del color del álamo. Más bien esbelta a la edad de entre 35 y 40 años. Una mujer más bien bonita. Siempre viste elegantemente. Viaja como viajan los ricos", dicen los hasta ayer secretos apuntes del personal al servicio del MI5. Otro texto, firmado en clave por los celosos empleados del Gobierno británico de esa época, la identifica incuestionablemente como una espía al servicio de Alemania, pero sin aportar mayores pruebas.

Aprovecharon los funcionarios del contraespionaje británico sus apuros económicos y, segundo, su tumultuoso matrimonio con Rudolf McLeod, un alcohólico más conocido como Rudy

y por su afición a los burdeles de Amsterdam. Uno de los dos retoños de esa unión, Norman, murió envenenado aparentemente por una niñera desequilibrada de quien nunca se supo más.

Los archivos desvelados ayer en Londres ofrecen varias postales de lo que fue la profesión de contraespía durante la Primera Gran Guerra. El MI5 de la época creó un departamento ultrasecreto para entrenar halcones. El objetivo era interceptar palomas mensajeras al servicio de Alemania que, en diminutas papeletas enrolladas en las patas de las aves, supuestamente llevaban hasta Berlín mapas, rumores e información de la estrategia británica. La principal base de halcones estaba en las islas de Scilly. Después de que los halcones capturaron a dos palomas al servicio de Alemania, éstas fueron oficialmente declaradas "prisioneras de guerra y obligadas a procrear aves británicas". Tal era el celo de los agentes del contraespionaje que dedicaron agentes a eliminar inscripciones de enamorados en los postes telegráficos por temor a que contuvieran mensajes para agentes infiltrados del enemigo alemán.

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