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El mejor de los congresos posibles

Descontados ya los efectos endógenos —como diría un economista— producidos por los nombramientos y ceses ministeriales, el 13° Congreso del PP que iniciará sus trabajos pasado mañana desempeñará el papel de marco incomparable para una fiesta de luz y sonido destinada a monopolizar los telediarios a lo largo del fin de semana. El éxito llama al éxito en un circuito cerrado de mutuo refuerzo: si las halagüeñas perspectivas pronosticadas para el PP por diversos sondeos electorales en los últimos días están operando sobre los militantes como una droga euforizante inyectada en vena, los vibrantes discursos de los dirigentes y las ensordecedoras ovaciones de los dos mil quinientos delegados reactuarán sobre la opinión pública para movilizar el entusiasmo de los potenciales votantes.

Los centristas de UCD y los socialistas conocen a la perfección las ventajas internas y los inconvenientes externos de los congresos organizados desde el poder la adhesión incondicional al líder (hoy Aznar, ayer González, antes Suárez) podría ser interpretada, benévolamente, como la sincera manifestación de la lealtad, admiración y reconocimiento de los militantes hacia el profeta que les ha conducido la tierra prometida; pero también, maliciosamente, como la obligada reverencia de los favorecidos por el pesebre presupuestario hacia su benefactor. Aznar fue nombrado digitalmente presidente del PP en el Congreso de Sevilla de 1990 tras someterse al humillante rito iniciático de escribir a Fraga una carta previa de dimisión firmada con la fecha en blanco, que fue rota estrepitosamente por el destinatario ante las cámaras de televisión. Pero Aznar ha dejado muy atrás esa posición subalterna y se ha alzado con el pleno control del invento: tras jubilar a la vieja guardia de Alianza Popular, sustituyéndola por una generación de jóvenes que ha ganado la batalla de la edad a los cincuentones del PSOE, ha reforzado los tradicionales mecanismos partidistas de la servidumbre voluntaria de los afiliados, alimentada por la ideología o la ambición, con una férrea disciplina cuartelaría basada sobre el temor. El desmedido culto a la personalidad del líder, habitual en todos los partidos-durante las horas altas, es a la vez el instrumento y el resultado de ese creciente poder.

Si los populares conquistaron en 1995 el gobierno de diez comunidades autónomas y de la gran mayoría de las capitales de provincia, la victoria en las elecciones generales de 1996 les llevó hasta el corazón del poder. Dos años y siete meses después de su investidura presidencial sin mayoría absoluta, Aznar podrá presentar a los delegados del 13° Congreso del PP un nutrido inventario de logros y aciertos. La discusión acerca de la parte alícuota que corresponde en la distribución de esos méritos a la fortuna de la historia frente a la virtú del Príncipe, o a la coyuntura internacional frente a la política nacional, sería tan interminable como inconcluyente; en cualquier caso, la majestuosa relevancia dada a la presidencia del Gobierno por la Constitución y por la liturgia protocolaria desplegada en beneficio de sus cuatro titulares a partir de 1978 facilitará a los aduladores de turno la cortesana tarea de atribuir los éxitos conseguidos por España durante esta legislatura (incluida la integración de la peseta en la moneda común europea) a las virtudes personales y los rasgos de carácter de Aznar.

Las dificultades de los socialistas para acostumbrarse a vivir en la oposición después de catorce años de poder y para establecer las reglas del juego de un liderazgo compartido tras el largo mandato de Felipe González otorgan un aire todavía mas idílico al paisaje que podrán otear los delegados al 13° Congreso del PP en vísperas de su inauguración. Ni siquiera en sueños hubiera podido imaginar el preceptor de la noble familia Thunder-ten-tronk de Wetsfalia, inmortalizado por Voltaire en Cándido, una confirmación tan espectacular de sus optimistas teorías cosmológicas: ¿acaso no podría Aznar hacer suya esta semana la sentencia del sabio doctor Pangloss según la cual "los que sostienen que todo está bien afirman una necedad pues debieran decir que todo está lo mejor posible"?

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