El COI entra de lleno en la encrucijada de la corrupción
La dimisión del vicepresidente Helmick en 1991, único precedente por cobrar comisiones
El Comité Olímpico Internacional ha llegado a una de las encrucijadas más complicadas de su historia. Aunque la presunción de inocencia no pueda olvidarse, el olimpismo ha caído de lleno en un mundo donde las sospechas se han convertido en realidad. Y tendrá que tomar el camino de la limpieza interna o caerá en el desprestigio y, en lo que es peor, en que su imperio económico pueda resentirse. Desde siempre se ha vivido en un mar de intereses, al principio más en forma de influencias o de regalos personales (materiales y humanos-sexuales), y últimamente con las más variadas ayudas económicas. Pero nunca como hasta ahora se había destapado tanto. El escándalo de compra de votos por parte de Salt Lake City, la ciudad norteamericana que organizará los Juegos de Invierno del año 2002, ha dejado en evidencia que por muy malos que hayan sido los organizadores mormones, difícilmente el resto de tantas aguas en tantos años de olimpismo habrán bajado limpias. Simplemente no se vio los tiburones porque no se encontraron las pruebas tan claramente. El único gran precedente en la historia corruptible olímpica fue aislado y aparte de la lucha de ciudades candidatas a organizaciones olímpicas. Se produjo hace ocho años y aunque se saldó con discrección, alcanzó a un hombre muy fuerte del COI. Fue un auténtico torpedo en pleno corazón de la dirección olímpica. En diciembre de 1991, Robert Helmick, prestigioso abogado de 54 años, tuvo que dimitir de su cargo de vicepresidente del máximo organismo para no tener que convertirse en el primero destituido de su cargo en la larga historia del olimpismo. Era una de las manos derechas de Samaranch, que le nombró para tener contento a Estados Unidos, uno de los países con mayor peso específico, sino el que más, en la historia del COI. Un año antes había ganado Atlanta los Juegos de 1996 en la polémica elección frente a Atenas, la gran favorita tradicional, y el protagonismo norteamericano era evidente.
Helmick, sin embargo, no tuvo que irse por acusaciones sobre compras de votos de la capital de Georgia (que también ahora ha dejado caer, pero sin pruebas, el vicepresidente suizo Marc Hodler y que no están descaminadas). Según las investigaciones, abusó de su puesto en beneficio propio y cobró cerca de 300.000 dólares, unos 45 millones de pesetas como asesor de de empresas y organizaciones vinculadas al movimiento olímpico.
A Helmick, también presidente de la Federación Internacional de Natación, se le podía ver como un perfecto sucesor de Samaranch, que le cooptó como miembro del COI en 1985 y le hizo vicepresidente en 1989. Era mucho más moderno que Avery Brundage, el anterior norteamericano presidente del COI entre 1952 y 1972 y recalcitrante defensor del casi trasnochado amateurismo en su etapa final. Pero la carrera fulgurante del letrado se truncó cuando en 1990 percibió 170.000 dólares, unos 25 millones de pesetas, de Tivi Amsterdam, una firma encabezada por Ion Tiriac el rampante empresario y ex tenista rumano, como pago por la venta de los derechos de los Mundiales de natación. Fueron en Perth (Australia), donde Martín López Zubero se proclamó campeón universal por primera vez. El resto de comisiones vinieron de la sociedad Turner Broadcasting Corporation (TBS), la cadena de televisión del marido de Jane Fonda y dueño de la CNN, tras la venta de los derechos de todas las competiciones del Comité Olímpico de Estados Unidos (USOC), del que también era presidente, y del que salió tres meses antes, en septiembre de 1991.
"Helmick subestimó la gravedad de sus errores", dijo entonces el abogado que llevó el asunto en el USOC. Y él mismo siguió insistiendo en que sus actividades no perjudicaron al movimiento olímpico. Pero llenaron su cuenta corriente.
Esta variante de la dimisión, en lugar de la destitución o expulsión, podría utilizarse también en los casos actuales de los miembros implicados (conocidos, al menos, aunque podría haber más )en el escándalo de Salt Lake City: los africanos Attarabulsi (Libia), Gadir (Sudán), Ganga (República de Congo), Mzali (Túnez) y Sibandze (Swazilandia), el asiático Mavdan (Mongolia) y los europeos Smirnov (Rusia) y Geesink (Holanda). La invitación a irse no le servirá ya a Essomba (Camerún), fallecido el 30 de agosto. Ganga dijo ayer que su negocio inmobiliario fue después del voto y que no pagó un tratamiento médico porque le dijeron que "era a cargo del comité organizador".
Las últimas variantes de corrupción se cifran en empleos y becas a hijos de los miembros en empresas o universidads norteamericanas, y también en compraventas de terrenos con plusvalías. Pero también en pagos directos entre 5.000 y 70.000 dólares (750.000 y 10.500.000 pesetas) a miembros no sólo africanos, sino también lationamericanos, como reconoció el viernes al dimitir (junto al vicepresidente, Dave Johnson), el presidente del comité organizador (SLOC), Frank Joklik. Dijo que no se había enterado. Como el voto de los miembros del COI es secreto, por la misma teoría de Helmick, los miembros implicados en el ya mayor escándalo de la historia olímpica, podrán defenderse diciendo que no votaron por Salt Lake City. O que si lo hicieron, cosa difícilmente ocultable porque ganó con una mayoría aplastante, fue porque era la mejor candidata, algo innegable para todos.
Pero la realidad es que toda la corrupción probada ahora, incluso en cifras (miles de dólares, ver EL PAÍS de ayer) es muy superior a los 150 (22.500 pesetas) permitidos como límite por el COI para poner freno a la carrera de regalos. Hasta Samaranch ha salido a la palestra por dos rifles de 1.000 dólares (150.000 pesetas) que le regaló el SLOC. Y también un penacho indio en 1990, durante la Asamblea de Tokio o una manta en una sus visitas a Utah. Los enésimos regalos al presidente del COI, al que han querido encontrar desde siempre en algún renuncio, pero que mientras no se demuestre lo contrario sí parece estar por encima de sobornos. No los necesita por su fortuna y talante, y él mismo ha dicho que al no votar en las elecciones, como se impuso desde la suya, tampoco le afecta la regla de los regalos. Y eso que recibe más que nadie. Para comprobarlo basta ir al Museo Olímpico o preguntar por los muchos registrados con fecha y datos en las oficinas del COI.
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