Hombre humilde, ciudadano crítico
"Vengo de una familia tremendamente humilde de un pueblo de la provincia de Santa Fe (Argentina)", dice Héctor Raul Cúper, "mis apellidos son italianos (Pistelli) e ingleses (Cooper). Mis padres eran argentinos; inglés mi bisabuelo, que llegó después de la guerra de 1914. Tengo bisabuelas italianas de la gran emigración del XIX. Una mezcla, como creo que es una gran mayoría de argentinos".Este hombre (entrenador de moda) de apariencia tranquila y de trato sumamente amable, terminó la enseñanza secundaria y se enamoró de la hija de unos médicos, gente rica que vivían enfrente de la pensión donde él se alojaba y se aburría esperando ser titular en Primera.
"Fuimos como Romeo y Julieta, cortejando de ventana a ventana", anota. Fue central hasta los 37 años, pero no triunfó como jugador. Jugaba mientras ocurría la guerra de las Malvinas. "Hay cosas que se ven con visiones distintas a la realidad, ésta no se mostraba tal cual era allá en el momento de la guerra. Uno no veía la realidad y yo jugaba al fútbol. En el día de hoy lo digo: bueno, no sé si es un pecado o una distracción", indica. Censura después como negativa la dictadura militar y reclama que no vale el olvido sobre sus ecos.
Le complace el tango, lo melódico, el mar -vive ante en él, en la bahía de Palma- y dice que "en los últimos diez años me gusta muchísimo la música clásica: Bethoven o Mozart, esto quiere decir que estoy entrando en una vejez anticipada", añade.
Enjuto y cetrino, exhibe el cabello níveo, mueve rápida la mirada rápida, negra y penetrante como un felino. Le gusta la literatura de Gabriel García Márquez y cada día navega por Internet para acercarse a su pantalla de ordenador la prensa de su país. Excelentemente pagado en España, en Argentina invirtió sus ahorros deportivos para convertise en socio de una constructora y de una inmobiliaria.
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