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Eduardo de Windsor anuncia su boda

El hijo menor de Isabel II se casará el próximo verano con Sophie Rhys-Jones

La última oportunidad para que la casa de Windsor destierre la aparentemente congénita maldición de la infelicidad matrimonial irrumpió ayer en el firmamento social con el anuncio oficial de que el príncipe Eduardo, el último soltero de la realeza británica, se casará este verano con Sophie Rhys-Jones, la rubia empresaria de relaciones públicas con la que el hijo menor de Isabel II supuestamente convive desde hace cuatro años. Contrariamente a la tradición (o quizá por prudencia), no será un acontecimiento particularmente pomposo, en comparación con otros casamientos de esta era real.La reina debe estar cruzando los dedos para que sobre la nueva pareja no se desaten desastres parecidos a los que truncaron las uniones de Carlos de Gales, el príncipe Andrés y, anteriormente, las peleas que pusieron amargo punto final al matrimonio de Ana. La realeza británica tiembla ante la posibilidad de que una vez más las palabras que comienzan con la letra de vuelvan a suscitar dolor, debilidad, drama, deslealtad, diferencias, desplantes, divorcio, dagas, desdicha y, en el caso de la difunta Diana, doloroso divorcio, seguido de un debate que culminó en duelo.

Por eso, en ese curioso universo castigado por un misterioso desamor, lo que ayer reinaba en el Reino Unido era el optimismo de que Eduardo, el delfín de la casa, rompa con el maleficio y que en su nueva vida reivindique la de de duradero. Tomados de la mano, Eduardo, de 34 años, y Sophie, de 33, posaron felices para los fotógrafos horas después de que el tabloide The Sun proclamara a toda plana en tipografía reservada para los casos de guerra: "Eduardo se casará con Sophie. Otra exclusiva mundial". Ambos dijeron que será una boda relativamente íntima y que los dos continuarán trabajando en lo suyo.

Sophie desmintió rumores de que le había dado un ultimátum a Eduardo, un rumor bastante corrido en las esferas de la realeza y la prensa sensacionalista, que, recurriendo a todos los eufemismos posibles para evitarse juicios por difamación, había estado sugiriendo que las preferencias sexuales de Eduardo, si bien permisibles en el mundo de hoy, no eran necesariamente ortodoxas. El prematuramente calvo príncipe, que trabaja como productor de programas de televisión y que prefiere ser llamado Eduardo de Windsor, estaba radiante. Dijo que había cronometrado su proposición de matrimonio al segundo: el día de Navidad le propuso matrimonio. No está claro si, en línea con la etiqueta anglosajona, lo hizo con al menos una rodilla en tierra. "Conseguí sorprenderla totalmente. No se imaginó lo que venía, y eso era precisamente lo que quería lograr". Sophie, a quien algunos fotógrafos encuentran un interesante parecido con Diana, sonrió tímidamente y mostró un gran anillo de diamante. "Quedé pasmada por un minuto, al cabo del cual, finalmente, me di cuenta de que debía darle una respuesta, y le dije: "Sí, sí, por favor, casémonos...".

La reina Isabel estaba ayer "sumamente encantada" por los planes de su hijo menor, cuyas posibilidades de convertirse en rey son tan remotas como las que pudiera tener a mano un paracaidista súbitamente neutralizado por un ataque de narcolepsia. Al fin y al cabo, el romance de Eduardo jamás acaparó titulares, excepto quizá cuando abandonó el servicio militar a los 90 días de entrenamiento para convertirse en un royal marine, como la mayoría de los hombres de la familia, y cuando Ulrika Jonnson, la sensual presentadora de televisión y una de las cuatro luminarias sociales con las que el príncipe más joven de los Windsor salía hace algún tiempo, declaró que éste no tiene pizca de homosexual, como afirmaban las malas lenguas. Enigmáticamente, Ulrika dijo que de este hecho ella tenía constancia.

La fecha exacta para la boda no ha sido todavía anunciada. La ceremonia podría realizarse en el castillo de Windsor en lugar de en la catedral de Saint Paul. Buckingham Palace, dentro de su plan modernizador y "más en contacto con la realidad", planea una ceremonia muchísimo menos espectacular que la de Carlos y Diana y aquella de Andrés con Sarah Ferguson, o Fergie. Ambos matrimonios acabaron en desastre. En el caso de Eduardo y Sophie, la palabra clave es discreción, dijo el nuevo novio.

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