Victoria sin grandeza
El Atlético de Sacchi, sin talento y con mucho trabajo, doblegó a un Racing que mereció más
A pesar de la victoria, el Atlético fue un equipo grande sin grandeza. Tres golpes secos en el rostro del Racing, tres goles inapelables, no hicieron tambalearse el orgullo herido del cuadro cántabro. Al contrario, avivaron su casta, pusieron a prueba la capacidad de respuesta de los débiles. Lejos de aceptar resignadamente el castigo, el Racing se creció, inició la remontada y navegando contra corriente estuvo a punto de dar la vuelta al marcador.Y si no fue posible la victoria, algo que se le niega al cuadro cántabro desde el pasado 15 de noviembre, sí puso contra las cuerdas al cuadro de Sacchi. En pleno dominio cántabro, Ismael, la figura del partido, lanzó dos o tres zambombazos con marcharno de gol. Víctor, por su parte, lanzó dos disparos envenenados que Molina envió a córner in extremis.
La reacción racingista no fue fruto de la desesperación, sino de un cambio táctico que dio sus resultados. La entrada en el campo de Billabona, después de un año de ausencia por lesión, y de Shustikov, dieron el mando del partido al Racing. El centro del campo, con Ismael en plan de director de orquesta, superó a Bejbl, Lardín y Valerón, que habían gastado toda la pólvora en la primera mitad.
Duro, bronco, espiritivo, laborioso y, sobre todo pragmático, al Atlético de Sacchi le faltó sin embargo chispa y talento. Su principal virtud fue la laboriosidad. Ahí radicó toda su fuerza. Y es que al Atlético de Sacchi no se le caen los anillos a la hora de trabajar en bloque y de vestirse, si es necesario, el mono de currar. Esta actitud de trabajo salvó al Atlético. El oportunismo de José Mari y Correa, dos puntas de lanza que ejecutan perfectamente la suerte del contragolpe, fueron lo mejor de su equipo.
En ambas jugadas, José Mari y Correa superaron el marcaje de la defensa adversaria y concretaron dos jugadas que fueron decisivas para la suerte de su equipo. Sin embargo, el Atlético no fue nunca dueño del partido, ni siquiera con tres goles de ventaja. La entrada de Juninho, en el tramo final del partido, no consiguió otra cosa que poner en evidencia al jugador brasileño, que falló dos clamorosas ocasiones de gol solo ante Ceballos. El tiempo que permaneció en el banquillo (74 minutos), enfrió su talento innegable.
El penalti de Ramón al ruso Bestchasnykh añadió emotividad a un partido que tuvo la virtud de no dejar indiferente a nadie. El público cántabro vibró con su equipo hasta el último suspiro.
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