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Láminas

Miquel Alberola

MIQUEL ALBEROLA La arqueología ya ha perforado hasta los restos de las primeras hogueras que encendieron las tropas romanas en el lomo cenagoso sobre el que se levanta Valencia. Se trata del fondo del asunto. Ahí acaba lo que empezó. Lo que hay abajo está más emparentado con la geología que con la historia, y sin embargo no es muy distinto. Esta lámina milimétrica negra dio calor a las disueltas huestes de Viriato, confinadas a esta difluencia del río Turia por el cónsul Décimo Junio Bruto antes de ser pasado a cuchillo en una conspiración no lejos de Sagunto. Sobre ella hay un terraplén de láminas de harina de esqueleto y otros residuos que conforman la identidad de esta tarta que para los primeros pobladores sólo fue, en primera instancia, un campo de prisioneros, y luego una plataforma operativa de importación y exportación, enclavada estratégicamente entre la vía Augusta y el Mare Nostrum, con Sagunto como referencia urbana. Estos son nuestros fundamentos. Encima hay una crisis gótica aplastada por las herraduras de la reata africana que irrumpió en el año 718, y sobre ella, el barro de unas acequias y canales que activaron la precaria industria de molinos islámica, también pisoteado por el galope de un mercenario castellano llamado Rodrigo Díaz de Vivar, cuyos servicios de protección a los reyes y alcaides de la taifa estaban cifrados en 150.000 dinares de oro anuales. Sobre esta base de extorsión y otras corruptelas se asentó Jaime I para quedar reducido a otra lámina que a su vez sería prensada por otras láminas, entre las que brilla con cierta insistencia -más que los 17.000 florines de oro de Santángel para la causa americana- la del siglo XV, y que tanto sorprendió al viajero alemán Jerome Münzer. Encima de estos restos se prensan otros escombros y ripios que adquieren importancia según quien los mire, y arriba hay casi siempre unos albañiles esperando la orden de un promotor, que aguarda la licencia de obras que le corresponde por derecho de conquista electoral, para levantar unos apartamentos con plaza de garaje y trastero. A menudo, así se comprime la historia urbana.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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