Obras inútiles

Desde hace tiempo vengo comprendiendo a todas aquellas personas que, como Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Maruja Torres, Moncho Alpuente y un largo etcétera, se sienten exasperadas por la insólita conducta del alcalde de Madrid.No encuentro ningún militante o votante del Partido Popular que simpatice con esa persona ni sea capaz de explicar el porqué del martirio a que nos tiene sometidos a los madrileños. Como máximo se escudan en olvidadas actuaciones de los alcaldes socialistas o le resguardan bajo el paraguas del partido, argumentando que si su presidente le mantiene y "España va bien", por algo será.

Confiado en la ineptitud del concejal de mi distrito, Barajas, pensé que no nos alcanzaría jamás la febril manía de emprender obras inútiles, pero mi esperanza ha sido vana. Han desembarcado los martillos neumáticos y se han puesto a modificar las aceras del barrio sin que nadie lo haya solicitado, ya que desde siempre se ha demandado atención a problemas mucho más importantes, entre ellos el del transporte, que día a día se agrava.

Para que los vecinos de mi calle seamos testigos de la chapucera planificación de las obras, han empezado a levantar las aceras en el mismo lugar donde hace un año, concretamente en la festividad de la Almudena, apareció una máquina taladradora que, a las siete y media de la mañana, decidió interrumpir las horas de sueño adicionales que ese día festivo nos hubiera debido proporcionar a los ya desesperados vecinos de Madrid.

De lo que no parece darse cuenta casi nadie, debido a que la financiación de esas miles de obras no repercutirá principalmente en tasas o impuestos, sino que se cofinancian con inversiones mayoritarias de empresas privadas, es que los desmanes de este alcalde están condicionando el futuro desarrollo urbano para casi todo un siglo, por causa de las restricciones que derivarán de las concesiones que tal sistema de financiación acarrea. Existe un hecho más que habría que considerar como una laguna en nuestra legislación ante el desafuero de socavar toda la ciudad y entregar el subsuelo a la especulación privada. Cuando se paga el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI), uno cree que la cuota correspondiente al suelo grava un bien inalterable aunque desaparezca la estructura de la vivienda. Con el tiempo estaremos pagando impuestos sobre una cáscara de tierra u hormigón tan endeble y alterable como le pete a quien explota las cavernas que la alcaldía le está entregando.

Posiblemente, aunque no tendremos la satisfacción de verlo, este alcalde pasará a la historia con el mismo rango que CarlosIII, pero en el extremo opuesto de la clasificación.-