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Reportaje:

"Contra la mar no hay por dónde huir"

Las familias asumen el desenlace fatal de los ocho pescadores del 'Marero', desaparecido hace nueve días

"A nuestros hijos les ha pasado lo mismo que a los mineros, no tenían escapatoria. Contra la mar no hay por dónde huir". Serafín Torrado, un gallego de 66 años que heredó de su padre el oficio marinero, camina algo encorvado por el dolor de la que sabe segura pérdida de su hijo Jesús, 40 años, casado y con dos hijos, el único de sus cinco vástagos que trabajaba como pescador "porque hace seis años se quedó en paro y había que comer".Serafín y las familias de los otros siete tripulantes del palangrero Marero, desaparecido hace ya nueve días en aguas francesas tras una imprevista tempestad con olas de hasta 12 metros, saben que la mar engulló la embarcación y que ya sólo queda aguardar a que los equipos que baten la zona del naufragio, a 112 millas de su base en el puerto de Pasaia (Guipúzcoa), localicen algún resto de la desvencijada embarcación para acreditar oficialmente la tragedia.

"Yo sé desde el segundo día de búsqueda que un golpe de mar se los llevó a todos, no hay esperanza", musita Serafín mientras recuerda que él también sufrió un naufragio con el Paz y Trabajo en 1952 cuando se encontraban a cuatro horas del puerto de Santander. "Entonces nos rescató un barco que estaba próximo". Su profundo acento gallego se quiebra cuando relata que los pescadores de altura pasan miedo: "Cómo no lo van a pasar, pero tienes que controlarlo, si no, no sales del puerto".

Olas que venían del cielo

Los vecinos del puerto de Pasaia llevan desde el día 19, cuando se tuvo el último contacto con el Marero, sin celebrar la Navidad. En Nochebuena nadie cantó villancicos en las calles que bordean los muelles donde fondean numerosos pesqueros, algunos de aspecto fantasmagórico. A las familias sólo les queda ya el testimonio solidario de decenas de convecinos que se acercan a la Cofradía para darles aliento, porque ellos conocen la angustia de cualquier día aguardando a que el hijo o el padre regresen sanos y salvos por la bocana de Pasaia. Hace tres años, los diez tripulantes del Carreira, otro pesquero del puerto guipuzcoano, también desaparecieron sin dejar rastro en el Atlántico. Hasta el año 2001, el juzgado no declarará oficialmente su muerte.En la Cofradía de Pasaia los padres de los desaparecidos reviven mil batallas contra el mar: tempestades de fuerza 10-11, olas descomunales que "no llegaban de proa, sino del cielo", como describieron los náufragos del pesquero Biok, que han sobrevivido a la misma tempestad que engulló el Marero.

"Aquí estamos a la espera, aunque no hay nada que esperar", masculla derrotado Manuel, padre del patrón, Víctor Gago, 35 años, casado y con dos hijos. Su entereza se desmorona en sollozos cuando se acercan algunos amigos a abrazarle. A pocos metros, un árbol navideño ilumina la recepción de la Cofradía y las conversaciones recogidas de los hombres de la mar que perdieron a sus hijos. Hablan de ellos en pasado y rehúyen a los periodistas para que no violen su dolor.

A mediodía de ayer, los pescadores que paseaban por los muelles avizoraban en la marea de la bocana que se aproximaba una nueva borrasca. No necesitan partes meteorológicos para leer la mar. Tampoco que nadie les explique cuál fue el destino de la tripulación del Marero. La única incógnita es por qué no ha aparecido aún ningún resto del barco.

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