La cápsula del temporal del tío Pau
El pasado día 18 a mediodía, mientras Bill Clinton dejaba Bagdad hecha fosfatina con la inestimable ayuda de un montón de misiles Tomahawk y José María Aznar se disponía a premiar al carnicero de Hipercor, Domingo Troitiño, con el traslado a una cárcel de la Península, un grupo de ciudadanos barceloneses del sector marginal y / o alternativo se daba cita en el bar Xampanyet para proceder a la apertura de una peculiar cápsula temporal. Nada tenía que ver esa cápsula con las que la NASA deja dando vueltas por el espacio para que los marcianos se enteren de cómo estaba el patio en la Tierra en tal o cual año. A lo sumo, servía para que unos cuantos colgados (apocalípticos o integrados) recordáramos lo que hacíamos en 1977, año en que el inefable Pau Riba acabó con la paciencia del público presente en aquel festival, hoy fallecido, que dio en llamarse Canet Rock. El propio Pau propinaría en 1978 la puntilla a esa saturnal que algunos optimistas definieron como el Woodstock catalán, pero un año antes la cosa aún gozaba de cierta salud. O, por lo menos, así era unos minutos antes de que Pau y los Peruchos (grupo indescriptible comandado por el hijo de ese escritor al que ahora rinde merecido homenaje en forma de exposición nuestro nunca bien ponderado Gobierno autónomo) ocuparan el escenario y dieran rienda suelta a su insania con la interpretación de Astarot Universdherba, especie de opereta patafísica consistente en unos berridos del señor Riba sobre un fondo de ruido infernal a cargo de la banda más free que ha dado esta ciudad en toda su historia reciente. Aunque Oriol Perucho sigue tocando la batería cuando le dejan, su grupo ya no existe: un músico falleció, otro desapareció y, aunque nunca se ha encontrado su cadáver, todo el mundo lo da por muerto. Afortunadamente, Pau sigue en perfecto estado de salud, aunque se empeñe en seguir viviendo en esa inhóspita masía del Maresme sin calefacción y con los colchones por el suelo que ofrece gentilmente a su viejo compadre Sisa cada vez que éste cae por Barcelona (ofrecimiento rechazado con la misma gentileza por el cantautor galáctico en beneficio de una de esas instituciones burguesas que atienden por hoteles). Aunque algo más viejo y algo más calvo, Pau Riba sigue siendo el mismo de 1977. Ahí estaba el hombre, en el Xampanyet, abriendo la lata en la que ha metido la grabación histórica de Astarot Universdherba y que contiene, además, una tirita para los torpes que se corten con el abrelatas, unas ilustraciones de Roger, unos textos de Víctor Nubla y Julià Guillamon y unas críticas del famoso delirio de 20 años atrás. Junto a él, los responsables de la discográfica alternativa G3G, santos varones que han financiado las quinientas y pico de cápsulas temporales del tío Pau. Y en la audiencia, montones de caras conocidas. A unas les podía poner nombre. A otras no. Pero todas ellas parecían haber pasado los últimos 20 años en un sótano de La Floresta releyendo con fruición los tebeos del Rrollo Enmascarado... ¿De qué me suena aquel tío trufado de pendientes que sonríe todo el rato? ¡Sí, hombre, era uno de los que se magreaban con los difuntos Ocaña y Camilo a finales de los setenta! ¿Cómo? ¿Que ahora trabaja en G3G y se llama Guillem? ¡Estupendo!... ¡Hombre, Juan Ramón, tiempo sin vernos!, ¿aún sigues de maquetista en...? Sí, claro, hay que comer, yo también sigo escribiendo en EL PAÍS... ¡Caramba, Hidalgo, no te pierdes una, te invito a formar parte de mi cofradía de rockeros gagás!... ¡Pero bueno, si el jefe del Xampanyet, el señor Esteve (qué nombre tan adecuado!) aún está al pie del cañón! ¿Seguirá contando los berberechos mientras los deposita en la bandejita, no sea que se le vaya la mano? No sé, pero de momento ya le está cobrando las consumiciones a mi amigo Jordi Turtós, un hombre incapaz de marcharse sin pagar... Caían los misiles sobre Bagdad y ahí seguíamos los supervivientes de Zeleste bebiendo vino gaseado y comiendo berberechos numerados mentalmente por el señor Esteve. ¿Y una vez abierta la lata, Pau, cómo la tapamos? ¿Cómo? ¿Que con una tapadera de plástico de la leche Nido de Nestlé? ¡Cojonudo, colega!... Te dejo, que he quedado a comer.
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