Chino
DE PASADAEl concejal de Cultura, Fermín Camacho, ha contestado en chino a la pregunta de cómo el Ayuntamiento de Granada va a colaborar con el circo de los monjes shaolín, la famosa congregación que transporta piedras colgadas de los testículos y que hará su estación de penitencia el 29 de diciembre en el palacio de los Deportes. Como en la municipalidad no hay un departamento de Sinología el concejal que hizo la pregunta, Juan de Dios Vico, ha dado por bueno el ignoto mensaje contenido en los dos folios de indescifrable caligrafía pero a muchos nos ha quedado la duda si Camacho ha escrito un opúsculo sobre la resistencia del cojón shaolín o, si por el contrario, se ha limitado a copiar un par de hojas de un libro sobre agricultura tradicional china y nos las ha metido de rondón. Sin embargo, teniendo en cuenta la satisfacción con que Vico ha recibido la respuesta, cabe presuponer que Camacho ha respondido realmente en chino, pero en un chino semejante al inglés que farfulla la grey de pícaros que revolotea alrededor de los monumentos en busca de turistas incautos. Este inglés, como el chino de Camacho, tiene la característica de no parecerse a ningún idioma conocido y sin embargo ser comprendido por cualquiera. Yo mismo he cogido mi fotocopia de la respuesta sobre los monjes shaolín y he hecho una lectura libre que otro día comentaré con detalle. Las relaciones diplomáticas son así de pasmosas. El propio Camacho, unos días antes de su descojonante intervención y del comienzo de los bombardeos americanos contra Irak, recibió en su despacho al ayatollah Tasjiri, que quiere organizar en Granada en el año 2001 unos encuentros religiosos internacionales. Se ignora si el concejal platicó en iraní macarrónico, si empleó el chino o el latín culto que suele utilizar con hermética perspicacia durante los plenos. A Camacho lo confundieron en Arabia Saudí con un pariente del actual seleccionador de fútbol. El árabe saudí no es su especialidad. Dentro del complejo mundo diplomático municipal, las relaciones con los saudís corresponden al concejal Sebastián Pérez, que ahora no sabe qué hacer con los dos caballos que regaló a la ciudad el príncipe Abdulaziz, aunque si le preguntaran respondería como si perteneciera de toda la vida a la cabila de los beduinos.
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